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El 22 de marzo se reunieron los nuevos
diputados y senadores en el gran salón del
Cinquecento de Florencia, para oír el discurso de
la Corona, que guardó absoluto silencio sobre
Roma.
Pero la mayoría de la Cámara era tal y como la
deseaban los sectarios. El Comité Nacional Romano
y el Centro de insurrección imprimían proclamas
para la sublevación de Roma, y el 22 de marzo
escribía Garibaldi a dicho Centro: <>; y en las
ciudades de la comarca de Emilia se reclutaban
milicias con ignorado destino. Volvían a verse las
camisas rojas.
No obstante, Roma seguía tranquila y las
disposiciones pontificias del 16 de marzo para el
tránsito de mercancías italianas por su
territorio, debían imponerse e impedir, mientras
Ricasoli estuviese en el poder, los atentados
sectarios. Así, pues, el 27 de marzo tenía el Papa
un nuevo consistorio secreto y preconizaba para
Italia otros diecisiete Obispos, entre los cuales
uno para Umbría, dos para Romaña, uno para el
Piceno, uno para Cerdeña, seis para Piamonte donde
quedaban todavía vacantes Fossano, Vigevano y
Susa, que poco antes había perdido a monseñor
Odone.
Los Obispos nombrados en los dos consistorios,
aceptados por el Gobierno Italiano, y que tomaron
posesión de sus diócesis, fueron treinta y cuatro.
Mientras el Ministerio se había apresurado a
efectuar la decretada expoliación de los bienes,
garantizados por el Estatuto a los Obispos como
propiedades de la Iglesia, los pueblos, ((**It8.688**)) con
alegría y entusiasmo, se preparaban para recibir a
sus nuevos pastores. Aún quedaban vacantes casi
dos tercios de las diócesis de Italia; y para
algunas de ellas el Gobierno de Florencia ya había
dado su consentimiento, cuando el 4 de abril
Ricasoli con todo su Ministerio presentaba la
dimisión, por cuestiones de finanzas. Cesaron, por
tanto, todas las negociaciones y el comendador
Tonello abandonó Roma. Pero don Bosco había hecho
un gran bien a la Iglesia y no sólo aquel año;
podemos decir, que también para los siguientes, ya
que, a medida que había necesidad y posibilidad de
preconizar un Obispo, Pío IX tenía las notas de
don Bosco, con los nombres de sacerdotes
propuestos por él, y que habían sido aceptados por
el Gobierno. Así lo dice don Juan Bonetti.
Acerca de las diligencias de don Bosco para el
nombramiento de Obispos, dieron su testimonio bajo
juramento, don Miguel Rúa, don Juan Bonetti,
monseñor Cagliero y don Juan Turchi, el cual tuvo
confirmación hecha por Prelados Romanos, y en 1895
lo hacía
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