((**Es8.581**)
en muchos altos prelados para con nuestro Padre
aquí en Roma. Cada palabra de don Bosco es
celosamente anotada, comentada, interpretada y
guardada en el corazón.
El lunes 18 del corriente fue a un monasterio
donde deseaban verlo. íCuántas piadosas muestras
de agradecimiento le dedicaron! Tocaron las
campanas, sonó el órgano en la iglesia, donde
reunidas las piadosas muchachas cantaban con voz
angelical: Benedictus qui venit in nomine Domini!
Hosanna in excelsis! (íBendito el que viene en
nombre del Señor! íGloria en las alturas!). Era
una fiesta, un alborozo, un arrobamiento. Llegó a
las ocho y no pudo salir hasta las once y media:
tantas eran las instancias, los apremios que le
hacían para que permaneciera un poco más. Una
sencilla y graciosa chiquita le dijo:
->>Y por qué, padre Bosco, nos deja huérfanas?
En el nombre de Dios quédese aún con nosotras.
Y lo mismo sucede en todas partes.
((**It8.684**))
Olvidaba contaros un episodio que aconteció el
domingo. Un piadoso romano tenía grandes deseos de
conocer y hablar a don Bosco. Había oído decir
dónde podía hallarse y allá que se fue. No le
encontró y tuvo la paciencia de dar vueltas por
varias partes de Roma; hasta que vio un coche con
un sacerdote dentro, se puso ante el caballo y lo
detuvo. Agarró la mano de don Bosco y díjole con
afectuoso y alegre acento:
-íA usted es a quien busco! íUsted es don
Bosco! Tome esta parte de mis ahorros.
Eran unos cuantos marengos que el buen obrero,
convertido ya en patrono, ofrecía a don Bosco.
>>Sabéis quién era? El hijo de la Providencia,
crecido, educado, salvado por ella y que ahora,
reconocido, daba lo sobrante a los pobrecitos.
íAh, con qué alegría entregaba a don Bosco aquella
suma! Nos contó su vida, lloró y nos hizo llorar
de emoción y gratitud para con el Señor. En su
tierna edad quedó huérfano, pero una buena persona
le tomó consigo, le enseñó a trabajar y el camino
de la virtud. El Señor le bendijo, tiene ahora un
floreciente negocio, entrega los ahorros a la
familia de un hermano suyo y de ahora en adelante
mandará también algo al Oratorio. >>Quién le
conocía? >>Quién le enviaba? íLa Providencia! íQué
contento estaba él de habernos encontrado! No
sabía cómo separarse de nosotros.
Tengo muchos episodios como éste para contaros:
pero mejor será de viva voz, que por escrito...
Corrijo lo que os he dicho al principio y os
comunico ahora, de parte de don Bosco, que el
lunes próximo saldremos para Turín. Nos
detendremos, sin embargo, en alguna ciudad; iremos
a Fermo, para devolver la visita al ilustre
cardenal De Angelis, el cual, en una carta
afectuosísima, en la que os recordaba a todos
vosotros, invitaba a don Bosco a su palacio. Le
saludaremos también de vuestra parte: >>contentos?
De todos modos os avisaremos el día y la hora
precisa, durante el viaje. Seguramente que a
nuestra partida habrá alguna demostración,
dolorosa y querida a la par, según yo espero.
Muchas personas, que no habían visto nunca antes a
don Bosco, lloran ahora al tener que separarse de
él.
Una alma buena, con verdaderas ansias de
conocer y ver a don Bosco, vino a nuestra casa y
>>sabéis cuánto tiempo estuvo esperando? Desde el
mediodía hasta las seis; después apenas si lo vio
y se marchó llena de júbilo diciendo:
-íLe he visto y me basta!
Muchas veces la gente paraba por el camino al
humilde coche de don Bosco; eran diez, quince
personas, más o menos, soldados, comerciantes,
hombres del pueblo
(**Es8.581**))
<Anterior: 8. 580><Siguiente: 8. 582>