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((**Es8.580**) -Tendríamos que hacer nuestras cábalas, nuestros cálculos. >>Sabrías ahora qué día viene? Sería una cifra. El cura, la segunda; mucha gente, la tercera; es íun santo! y sería la cuaterna infalible 1. Adiós, le voy a consultar enseguida. Y se separaron la mar de contentos para ir a casa a hacer sus cuentas y agarrar la fortuna por los pelos. Riéronse nuestros dos buenos amigos que habían escuchado tan singular diálogo y me contaron lo que, a modo de pasatiempo, yo escribo. Vosotros, mientras tanto, para alcanzar una cuaterna o suerte, haced que don Bosco, al volver, no tenga que enfadarse con ninguno, limpiad vuestras almas, imitad a los muchachos romanos que, antes de ver a don Bosco, van a confesarse. El domingo por la tarde fue de nuevo don Bosco al Vaticano para visitar al cardenal Antonelli, que habla siempre con gusto y satisfacción del Siervo de Dios y de sus hijos. En la antesala se encontró con una buena Princesa que había oído hablar de don Bosco a nuestro Caballero. Apenas le vio, se acercó a él y ya no hubo medio de que lo dejase. También ella tenía que ver al cardenal Antonelli, mas por don Bosco difirió su turno y tuvo la paciencia de aguardar dos horas de antesala. Dejó primero que don Bosco pasase: <>. Y don Bosco pasó y se entretuvo con Su Eminencia durante más de tres cuartos de hora; no hace falta deciros ((**It8.683**)) que el Cardenal trató con suma afabilidad, y diría casi reverencia, a nuestro don Bosco. Tiene muchos negocios, y sin embargo los deja de lado un rato para estar con nuestro Padre. Le tomó de la mano, se la besó e, introduciéndole en el despacho, le habló de la mejoría de su salud, gracias a María Auxiliadora. Mientras antes tenía que ser llevado en una silla desde su despacho al del Papa para la audiencia, ahora iba ligeramente por las escalinatas y escaleras del Vaticano. Cerró después la puerta y quiso recibir la bendición y una medalla. -Pero, Eminencia, le dijo don Bosco íno se haga el chiquillo! -No hay chiquillo que valga, replicó el Cardenal; bendígame. Don Bosco, que no quería, se había postrado a sus pies para besarle el anillo; pero tuvo que obedecer porque el Cardenal se había arrodillado. Como muestra de la eximia bondad, que honra a este purpurado, ofreció a don Bosco mil liras para la nueva iglesia y para ayudar a nuestra casa y a los muchachos del Oratorio, que tanto colaboraron para que mejorase su descabalada salud. Añadió que ésta no sería su última entrega. Cuando don Bosco salió, encontró la antesala llena de personajes de la nobleza, que esperaban audiencia. Pero apenas vieron éstos a don Bosco, le rodearon todos: uno quería besarle la mano, otro le suplicaba le diera una medalla y alguno pedía la bendición. Ninguno pensaba ya en el Cardenal. Esperó éste un momento y, después, asomándose a la puerta del despacho, dijo en alta voz: -íSeñores! Les espero, pase uno. Ninguno se movía. Decía el uno al otro: -Pase usted primero, vaya usted. Y todos se retiraban. Ninguno quería pasar delante, porque todos deseaban hablar con don Bosco. Y él tuvo que dedicar algún tiempo para liberarse de aquella buena gente. La misma confianza espiritual que vosotros tenéis con don Bosco, la he visto yo 1 Cuaterna. -Llámase cuaterna la suerte en el juego de la lotería cuando se han sacado cuatro números de una de las combinaciones que lleva el jugador. (N. del T.) (**Es8.580**))
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