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Todos admiran a don Bosco, aun los que al
principio no podían soportar su fama; viéndolo,
quedan maravillosamente prendados.
Hoy estuvo con el cardenal Quaglia; le trató
como se acostumbra entre espíritus elegantes.
Aunque don Bosco disponía de los caballos y el
coche del barón Capelletti, quiso él tener el
honor de que volviera a casa con su coche. íQué
magnífica figura hacíamos en el hermoso carruaje
cardenalicio! íCuántos se descubrían a nuestro
paso creyendo fuera dentro de la carroza el
Cardenal! Y no es únicamente el Cardenal quien ha
usado de estas atenciones con don Bosco. Todos han
hecho lo mismo. Se sabe ya que partirá pronto y se
multiplican las audiencias de tal modo, que parece
imposible atenderlas.
Quizás se obtenga del Ministro de Hacienda
alguna facilidad para las Lecturas Católicas,
quitando la carga postal, como ya se hacía antes
del ((**It8.679**)) 18 50.
Dio una limosna a don Bosco para su iglesia,
mostrándose conmovido por la atención de su
visita. Estaba en junta, la suspendió, le hizo
entrar y le presentó ad honorem (para que se le
honrase).
Don Bosco necesita verdaderamente descansar; en
Roma no es posible y en Turín peor; suspira por el
Paraíso. No se acuesta nunca antes de media noche.
Durante el día habla, predica, bendice y por la
noche escribe y lee cartas. Su exterior se ha
desmejorado, pero será cuestión de un día.
Descansará en el barco.
Esta tarde fue a predicar a la iglesia de la
Paz, donde se reúne para trabajar el Clero Romano.
Deseaban muchísimo verle y le invitaron con una
bonita carta. Ha conmovido a todos su modo
sencillo y devoto de predicar. Les parecía a todos
imposible que se pudiera hablar tan bien y con
tanta sencillez. Aquellos sacerdotes eran felices
y parecían tan encariñados con don Bosco como los
del Oratorio. Rodeáronle después de su breve
discurso; le trataban como a un padre y le
escuchaban como a un maestro. Hizo mucho bien.
Hemos recibido muchísimos objetos, que parecen
de valor.
He hablado mucho del Oratorio y de don Bosco y
siempre he sido escuchado con afecto por un
círculo de oyentes que iba siempre en aumento. Les
contaba quaeque laetissimus vidi (lo que vi muy
contento) y les parecía a ellos leer o escuchar la
lectura de una bellísima página, cuyo protagonista
no hubiese existido más que en la imaginación del
narrador.
Escribí en estos días al marqués de Fassati
para comunicarle los favores que le ha concedido
el Santo Padre. Don Bosco le llevará el diploma
con las debidas formalidades.
Durante el día de hoy no he hablado con don
Bosco más que un momento durante la comida; son ya
las ocho y media de la noche y está asediado por
la gente. No sé cuándo iremos a cenar.
Cuando reciba ésta, tal vez estemos a punto de
partir. Los romanos invitan a don Bosco y casi le
hacen violencia para que los visite nuevamente con
ocasión de la Canonización de los veinticinco
Beatos Mártires del Japón...
J.
B. FRANCESIA, Pbro.
Don Juan Bautista Francesia menciona el
honorífico recibimiento que el Ministro de
Hacienda tributó a don Bosco, pero no revela el
motivo. Lo diremos nosotros, tal y como consta en
el epistolario de 1867. El ministro Ricasoli había
logrado, por medio del comendador
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