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que de ellos me escribía don Celestino Durando;
que mi vida quedaría muy bien empleada, pues
entiendo consagrarla toda a Dios, en favor
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nuestros hijos. íOh! Que el Señor acepte mi
sacrificio y lo bendiga desde el Cielo con su
santa gracia. Dominus vobiscum!
Todo tuyo en los
corazones de J. y de M.
J. B. FRANCESIA,
Pbro.
Después de enviar esta carta a Turín, don J. B.
Francesia acompañó a don Bosco para cenar en casa
del Príncipe Falconieri, a quien el Siervo de
Dios, con su exquisita cortesía, había hecho
llegar la siguiente cartita antes del mediodía:
Roma,
11 de febrero de 1867
Excelencia:
Gracias a su nueva cortesía, con la que en su
gran bondad quiere honrarme. Estaré esta tarde,
hacia las seis, con V. E. para gozar una vez más
de su bondad y caridad, pero no dejaré de
encomendar cada día a Dios, como ya lo vengo
haciendo, todo lo que se refiere a la paz y
felicidad de su familia. Dios es grande y nos ha
destinado a una gran felicidad, pero quiere que
pasemos per ignem et aquam (a través del fuego y
del agua); por esto, en medio de la hermosura de
las rosas que se encuentran en las familias,
también hay punzantes espinas. Pero Dios pagará
todo a su tiempo. Fe, oración. Desciendan sobre
usted y sobre toda su familia las bendiciones del
Cielo, y encomendándome a la caridad de sus
oraciones me profeso con gratitud
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
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