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Y fuimos a la cena.
Fue una maravilla la serena tranquilidad del
Príncipe, no acostumbrado a negativas, en aquella
circunstancia que parecía un desdoro, frente a
tantos señores, invitados solamente para ver a don
Bosco.
Mientras tanto, el sábado por la mañana don
Bosco tenía que encontrarse en Roma para celebrar
la misa a una hora previamente fijada. Había
muchos invitados; íqué pena si hubiera fallado!
Cuando se supo que don Bosco estaba en la
Camáldula se echaron a temblar. Pero,
afortunadamente, llegó a tiempo. Era esperado con
verdadero entusiasmo. La plaza de San Agustín
estaba llena de coches y la iglesia repleta de
gente. Don Bosco, cosa extraña, llegó un cuarto de
hora antes. Por tanto, había que aprovechar
santamente el tiempo; y se acercó una persona
pidiendo que le confesase. Se sentó en el
confesonario. Mas, apenas se supo que don Bosco
estaba confesando, empezaron las carreras, los
empujones, los topetazos, todo para lograr ser de
los primeros. Para que pudiera salir a celebrar la
misa fue menester la resolución y casi la
violencia del sacristán. A la hora fijada don
Bosco subió al altar. Hubo muchísimas comuniones
de las más distinguidas damas romanas, que
ambicionaban la fortuna de recibirla de manos de
nuestro Padre. Habló después de misa. Yo no le
escuché. Alguno de los presentes afirmaba que
nunca le había oído predicar tan bien y tan
inflamado de ardor celestial como en esta ocasión.
Fustigó de palabra, pero nadie se quejó; más aún,
todos estuvieron contentos de ello.
-Es el Señor quien habla por su boca, iban
diciendo, y por esto le escuchaban con tanta
reverencia.
((**It8.664**)) En la
vida de una jornada tenéis la historia de cada
día.
Todavía no se sabe cuándo volveremos; y a pesar
de nuestra buena voluntad, quizá don Bosco tenga
que diferir de nuevo la partida para más tarde.
Por ahora, ha deterninado salir el lunes 18 de
febrero; mas, para ese mismo día y aún para el
siguiente, tiene comprometida la misa, lo cual
quiere decir que será dentro de la semana.
Mientras tanto nos preparamos para despedirnos del
Santo Padre. Me imagino que será una tierna
despedida y seguramente la última vez que estos
dos hombres extraordinarios se vean en este mundo;
el Santo Padre siente gran benevolencia hacia don
Bosco, y éste una profunda reverencia y amor hacia
él. Buscan un nuevo incidente para retenerlo algún
tiempo más, pero >>lo lograrán? Y si lo alcanzan:
>>estaréis vosotros contentos? He aquí unos
problemas fáciles a presentarse. El otro día se
hablaba en una conversación del disgusto que
experimentarían los amigos de don Bosco cuando
éste partiera, y todos preguntaban qué había que
hacer para detenerlo unos días más. Se habló de
Florencia y se dijo que una señora había logrado
detenerle tres días más en aquella ciudad,
entregándole diez mil liras. Determinaron
entregarle una buena cantidad, si don Bosco
aceptaba la condición de quedarse.
-Ahora no puedo, respondió don Bosco; pero
dentro de poco estaré a vuestras órdenes.
>>Queréis que venga a Roma? Preparadme solamente
dos mil liras y vengo enseguida a tomarlas.
Esta mañana (domingo, 10 de febrero) hay una
gran función en San Pedro, con motivo de la
beatificación del Venerable Benedicto de Urbino,
capuchino. Yo iré. No sé si don Bosco podrá venir.
De todas formas iré a ver lo que tendrán que ver
nuestros nietos de un persona que nosotros
conocemos muy bien. Aunque yo mismo desee verla,
no envidio tal consuelo para la posteridad. Para
ellos la fiesta, para nosotros la persona; para
ellos la historia, para nosotros sus mismas
acciones y palabras.
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