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((**Es8.564**) Y fuimos a la cena. Fue una maravilla la serena tranquilidad del Príncipe, no acostumbrado a negativas, en aquella circunstancia que parecía un desdoro, frente a tantos señores, invitados solamente para ver a don Bosco. Mientras tanto, el sábado por la mañana don Bosco tenía que encontrarse en Roma para celebrar la misa a una hora previamente fijada. Había muchos invitados; íqué pena si hubiera fallado! Cuando se supo que don Bosco estaba en la Camáldula se echaron a temblar. Pero, afortunadamente, llegó a tiempo. Era esperado con verdadero entusiasmo. La plaza de San Agustín estaba llena de coches y la iglesia repleta de gente. Don Bosco, cosa extraña, llegó un cuarto de hora antes. Por tanto, había que aprovechar santamente el tiempo; y se acercó una persona pidiendo que le confesase. Se sentó en el confesonario. Mas, apenas se supo que don Bosco estaba confesando, empezaron las carreras, los empujones, los topetazos, todo para lograr ser de los primeros. Para que pudiera salir a celebrar la misa fue menester la resolución y casi la violencia del sacristán. A la hora fijada don Bosco subió al altar. Hubo muchísimas comuniones de las más distinguidas damas romanas, que ambicionaban la fortuna de recibirla de manos de nuestro Padre. Habló después de misa. Yo no le escuché. Alguno de los presentes afirmaba que nunca le había oído predicar tan bien y tan inflamado de ardor celestial como en esta ocasión. Fustigó de palabra, pero nadie se quejó; más aún, todos estuvieron contentos de ello. -Es el Señor quien habla por su boca, iban diciendo, y por esto le escuchaban con tanta reverencia. ((**It8.664**)) En la vida de una jornada tenéis la historia de cada día. Todavía no se sabe cuándo volveremos; y a pesar de nuestra buena voluntad, quizá don Bosco tenga que diferir de nuevo la partida para más tarde. Por ahora, ha deterninado salir el lunes 18 de febrero; mas, para ese mismo día y aún para el siguiente, tiene comprometida la misa, lo cual quiere decir que será dentro de la semana. Mientras tanto nos preparamos para despedirnos del Santo Padre. Me imagino que será una tierna despedida y seguramente la última vez que estos dos hombres extraordinarios se vean en este mundo; el Santo Padre siente gran benevolencia hacia don Bosco, y éste una profunda reverencia y amor hacia él. Buscan un nuevo incidente para retenerlo algún tiempo más, pero >>lo lograrán? Y si lo alcanzan: >>estaréis vosotros contentos? He aquí unos problemas fáciles a presentarse. El otro día se hablaba en una conversación del disgusto que experimentarían los amigos de don Bosco cuando éste partiera, y todos preguntaban qué había que hacer para detenerlo unos días más. Se habló de Florencia y se dijo que una señora había logrado detenerle tres días más en aquella ciudad, entregándole diez mil liras. Determinaron entregarle una buena cantidad, si don Bosco aceptaba la condición de quedarse. -Ahora no puedo, respondió don Bosco; pero dentro de poco estaré a vuestras órdenes. >>Queréis que venga a Roma? Preparadme solamente dos mil liras y vengo enseguida a tomarlas. Esta mañana (domingo, 10 de febrero) hay una gran función en San Pedro, con motivo de la beatificación del Venerable Benedicto de Urbino, capuchino. Yo iré. No sé si don Bosco podrá venir. De todas formas iré a ver lo que tendrán que ver nuestros nietos de un persona que nosotros conocemos muy bien. Aunque yo mismo desee verla, no envidio tal consuelo para la posteridad. Para ellos la fiesta, para nosotros la persona; para ellos la historia, para nosotros sus mismas acciones y palabras. (**Es8.564**))
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