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((**Es8.562**) -Yo, por lo menos, les dejaría el consuelo de la esperanza a esos pobres desterrados. -No sé lo que tú harías, si te encontrases en mi caso; pero yo sé que debo responder así. Primero, porque no tienen hijos. En segundo lugar, porque el Señor íles ha borrado del libro de los Reyes! Y ahora volvamos a la carta de don Juan Bta. Francesia. El viernes, como ya dije en otra mía, fuimos a la Camáldula. Estaba con nosotros el buen canónigo Bertinelli y su hermano el abogado, los cuales pagaron el vapor. Don Bosco, que es un pecador obstinado en llegar tarde, mantuvo en vilo a estos señores. Ya había sonado la última señal, los viajeros estaban en su puesto, la ventanilla de los billetes cerrada y don Bosco sin aparecer. Finalmente llegó con toda tranquilidad. Uno fue a sacar los billetes, otro acompañaba a don Bosco, y otro se quejaba de la tardanza. Pero salimos milagrosamente del apuro y partimos hacia la Camáldula. No hablo del viaje, que fue bueno, salvo un pequeño momento de miedo por un caballo que se encabritó; porque se va en barco hasta Frascati y después en carruaje. Apenas supieron los religiosos que don Bosco se acercaba, salieron a su encuentro a la distancia de una milla. En la Camáldula estábamos entre hermanos. Yo, que nunca había visto esta clase de monjes, contemplaba estático y reverente su larga barba, su calva frente, aquella cara macilenta y aquella mirada tan serena y celestial de los monjes. A la llegada de don Bosco se arrodillaron en tierra, pidieron su bendición y le acompañaron casi triunfalmente a la iglesia. íCuántas emociones! Dejo el resto para volver al punto de partida. Ya le había precedido la fama de su virtud y los buenos ermitaños en su religioso afecto se habían conjurado para lograr que se quedara con ellos aquella noche. Pero don Bosco respondía que no podía aceptar la cariñosa invitación, porque tenía que ir a cenar en casa del Príncipe Falconieri, conde Carpegna, el cual para honrar a don Bosco había invitado a muchos personajes aquel día. Esta casa era muy importante y las personas que la componían eran de carácter arrogante e irascible, especial mente la señora. El Superior del convento insistía y don Bosco continuaba en su negativa. Tenían un hermano ya sano y bastante bien, pero que había recaído en su enfermedad y deliraba de un modo espantoso. Querían que le visitase, que le pusiese encima su bendita medalla y que le curase al menos de la cabeza. >>Qué hicieron? Saben que con la oración todo se obtiene. Entonces ((**It8.662**)) aunque don Bosco había decidido partir y su secretario se impacientaba, el Superior exclamó: -Vamos a ver si el Señor me concede la gracia que don Bosco me niega. Y mandó a sus monjes que fueran ante el Sagrario. Con los brazos extendidos pusiéronse todos a rezar a los pies del Sagrario, para que Dios hiciese decidir a su Siervo a pernoctar en aquella piadosa soledad. El Superior y los otros arrodilláronse a los pies de don Bosco, pidiéndole que, por Jesús y por María no les quisiese abandonar tan pronto. Enternecido don Bosco, dijo entonces: -Que nunca se diga que yo niego lo que se suplica a Jesús. Y escribió inmediatamente dos cartitas: una al conde Vimercati para que no le esperase, y otra al Príncipe Horacio Falconieri, para avisarle de que graves motivos le detenían en la Camáldula y no podía ir a cenar a su casa. (**Es8.562**))
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