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-Y, si yo volviese al trono de mis padres, >>no
cree que las cosas irían mejor?
-Majestad, conozco vuestra sincera devoción a
la Santa Sede, conozco los testimonios
incontrovertibles que habéis dado. íSois hijo de
una santa! Pero >>corresponderá el querer al
poder? >>El mal influjo de ciertos consejeros no
buscó durante muchos años mantener viva en el
corazón de vuestro mismo padre, la desconfianza
contra la Roma papal? En ciertos casos, si el
Señor no os ayuda, podríais hacer lo mismo que
vuestros antepasados.
El Rey se mostró casi ofendido ante aquella
suposición y replicó:
->>No sabe que sólo usted me ha hablado con
tanta franqueza? No obstante, me gusta que alguien
me hable sinceramente, tal y como piensa... Dígame
ahora: >>no cree que pueda suceder algún
acontecimiento que me lleve de nuevo al trono de
Nápoles?
-Solamente habría uno, pero no acontecerá.
->>Cuál es?, preguntó el Rey con viva
curiosidad.
-Que venga una anarquía general, y faltando el
Soberano conquistador y su dinastía, los pueblos,
más pronto o más tarde, en vista de sus grandes y
buenas acciones, recurran al que antes tenían por
Rey. Solamente en este caso podría haber
esperanza. Pero es una simple suposición.
Al terminar el coloquio rogó el Rey a don Bosco
que fuese a su palacio porque también la Reina
((**It8.646**)) Sofía
deseaba conocerle. Era lunes aquel día y la visita
al palacio Farnese se fijó para el viernes. El
Venerable dejó pensativo al pobre Rey, que
esperaba de él un pronóstico más conforme a sus
deseos.
En Turín don Celestino Durando cumplía el
encargo de don Juan Bautista Francesia para el
canónigo Gastaldi. Este entendió muy bien de qué
se trataba y tuvo pronto de don Bosco la
confirmación de su elección para el Obispado de
Saluzzo. Habiéndose encontrado por aquellos días
con el profesor don Mateo Picco, quien se
congratuló con él, le respondió familiarmente:
-En este momento yo no sabía qué hacer y íel
Papa me ha dado una ocupación!
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