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Cuando se espera a don Bosco para la comida, en un
día y hora determinada, se calcula que irá con una
o dos horas de retraso y todos van bien provistos
de paciencia.
El jueves fuimos a comer al Colegio Nazareno.
íQué hermoso recibimiento hicieron a don Bosco
aquellos muchachos! Ya conocían sus obras, en su
clase tenían como texto la Historia Sagrada y la
de Italia y habían oído tanto hablar de él, que al
verle creían ver a un santo. Como estaban
informados de su llegada, desde hacía ya unos
días, se lo habían comunicado a sus padres, muchos
de los cuales acudieron. Durante la comida reinó
la alegría, que terminó en gran fiesta. Uno de los
alumnos había escrito algo en latín, en honor de
nuestro querido don Bosco, y lo leyó en medio de
un silencio universal. Hubo después un aplauso
descomunal y ovaciones tan estruendosas, que
parecía que el techo se venía abajo. Siento no
acordarme de las palabras, pero recuerdo muy bien
su sentido: que agradecía a don Bosco haberles
honrado aquel día con su visita; que el Colegio le
estaba reconocidísimo y san José de Calasanz, que
lo había fundado, se alegraría en el cielo y
derramaría sobre su cabeza una lluvia de flores, y
que le auguraba mucha felicidad. Todo muy breve,
pero muy afectuoso; no podría explicar en mucho
tiempo con mis palabras, su belleza, su gracia y
su conmoción. Después de visitar la casa, se
reunieron en la capilla, porque querían oír hablar
a don Bosco. Improvisó, como de costumbre, y íqué
bien lo hizo! Todos los ojos estaban fijos en él,
que les habló de manera sumamente conmovedora.
Finalmente se despidió de los alumnos y de los
Padres.
Tal vez me extiendo demasiado en estas
demostraciones, pero ((**It8.641**)) yo soy
así; los honores que se tributan a don Bosco me
llegan tan profundamente al corazón que no los
puedo olvidar.
Mientras tanto, por uno y por otro lado vamos
recibiendo buenas noticias de sus visitas. Uno que
mejora, otro que está más resignado, aquél que se
ha curado. Una pobre monjita enferma, hacía mucho
tiempo, deseaba una medalla de don Bosco. La
obtuvo, se la puso al cuello con tal fe que
inmediatamente mejoró y, al cabo de dos o tres
días a lo sumo, estaba completamente curada. El
niño De Maistre, del que os hablé en mi primera
carta, va cada vez mejor y, cosa singular, ya ha
empezado a caminar, mientras antes de la
enfermedad aún no sabía poner un pie en el suelo.
La Condesa madre y el conde Eugenio están muy
agradecidos a don Bosco; le dieron ya una limosna
y ella afirmó que la iglesia de Valdocco será
objeto especial de sus cuidados; y que siempre que
piense en María la honrará con el título de A
uxiliadora de los Cristianos, tan saludable para
ella.
Se dice y se teme, y hasta se ha escrito, que
don Bosco será el futuro arzobispo de Turín. Es un
sueño de mentes locas. Algún periódico se interesó
por don Bosco y la Nación de Florencia, hablando
de la conversación del P. Passaglia, recibida con
tanta alegría en Roma, dijo que muy pronto debía
entretener a sus lectores con el tan afamado don
Bosco. Seguramente dirá alguna de las suyas, pero
no servirá más que para propagar sus obras y su
nombre.
Querido Caballero, también yo he gozado esta
mañana con las fiestas romanas. San Pedro, tan
inmenso, estaba repleto de gente. Yo, pensando que
debía ver y oír para tantos, elegí un buen sitio,
desde donde pude asistir a la función y ver al
Santo Padre. Su fisonomía no se aparta de mi
memoria. Cuando recibía su bendición, y la alcancé
diez o doce veces, desde diversos puntos, tenía
puesto mi pensamiento en el Oratorio, donde están
mis más queridos recuerdos.
Don Bosco tenía que ir a recibir la candela,
como el Papa le había hecho saber,
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