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((**Es8.544**) Cuando se espera a don Bosco para la comida, en un día y hora determinada, se calcula que irá con una o dos horas de retraso y todos van bien provistos de paciencia. El jueves fuimos a comer al Colegio Nazareno. íQué hermoso recibimiento hicieron a don Bosco aquellos muchachos! Ya conocían sus obras, en su clase tenían como texto la Historia Sagrada y la de Italia y habían oído tanto hablar de él, que al verle creían ver a un santo. Como estaban informados de su llegada, desde hacía ya unos días, se lo habían comunicado a sus padres, muchos de los cuales acudieron. Durante la comida reinó la alegría, que terminó en gran fiesta. Uno de los alumnos había escrito algo en latín, en honor de nuestro querido don Bosco, y lo leyó en medio de un silencio universal. Hubo después un aplauso descomunal y ovaciones tan estruendosas, que parecía que el techo se venía abajo. Siento no acordarme de las palabras, pero recuerdo muy bien su sentido: que agradecía a don Bosco haberles honrado aquel día con su visita; que el Colegio le estaba reconocidísimo y san José de Calasanz, que lo había fundado, se alegraría en el cielo y derramaría sobre su cabeza una lluvia de flores, y que le auguraba mucha felicidad. Todo muy breve, pero muy afectuoso; no podría explicar en mucho tiempo con mis palabras, su belleza, su gracia y su conmoción. Después de visitar la casa, se reunieron en la capilla, porque querían oír hablar a don Bosco. Improvisó, como de costumbre, y íqué bien lo hizo! Todos los ojos estaban fijos en él, que les habló de manera sumamente conmovedora. Finalmente se despidió de los alumnos y de los Padres. Tal vez me extiendo demasiado en estas demostraciones, pero ((**It8.641**)) yo soy así; los honores que se tributan a don Bosco me llegan tan profundamente al corazón que no los puedo olvidar. Mientras tanto, por uno y por otro lado vamos recibiendo buenas noticias de sus visitas. Uno que mejora, otro que está más resignado, aquél que se ha curado. Una pobre monjita enferma, hacía mucho tiempo, deseaba una medalla de don Bosco. La obtuvo, se la puso al cuello con tal fe que inmediatamente mejoró y, al cabo de dos o tres días a lo sumo, estaba completamente curada. El niño De Maistre, del que os hablé en mi primera carta, va cada vez mejor y, cosa singular, ya ha empezado a caminar, mientras antes de la enfermedad aún no sabía poner un pie en el suelo. La Condesa madre y el conde Eugenio están muy agradecidos a don Bosco; le dieron ya una limosna y ella afirmó que la iglesia de Valdocco será objeto especial de sus cuidados; y que siempre que piense en María la honrará con el título de A uxiliadora de los Cristianos, tan saludable para ella. Se dice y se teme, y hasta se ha escrito, que don Bosco será el futuro arzobispo de Turín. Es un sueño de mentes locas. Algún periódico se interesó por don Bosco y la Nación de Florencia, hablando de la conversación del P. Passaglia, recibida con tanta alegría en Roma, dijo que muy pronto debía entretener a sus lectores con el tan afamado don Bosco. Seguramente dirá alguna de las suyas, pero no servirá más que para propagar sus obras y su nombre. Querido Caballero, también yo he gozado esta mañana con las fiestas romanas. San Pedro, tan inmenso, estaba repleto de gente. Yo, pensando que debía ver y oír para tantos, elegí un buen sitio, desde donde pude asistir a la función y ver al Santo Padre. Su fisonomía no se aparta de mi memoria. Cuando recibía su bendición, y la alcancé diez o doce veces, desde diversos puntos, tenía puesto mi pensamiento en el Oratorio, donde están mis más queridos recuerdos. Don Bosco tenía que ir a recibir la candela, como el Papa le había hecho saber, (**Es8.544**))
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