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íEsto es Jauja! Creo que Pelazza participará de
nuestro enfado y pedirá algo en compensación.
Lleva razón. Pero no es esto todo. La servidumbre,
para que don Bosco no se asuste con la propina a
soltar, ha pensado en adelantarse y darle algo
para sus muchachos, a los que quieren mucho en la
persona de su director. Y la otra noche, con la
pena de no poder hacer más, le anticiparon treinta
y seis liras en acción de gracias por haber venido
a aumentar en gran manera sus ocupaciones.
El Centenario de San Pedro va a velas
desplegadas: se le presentó al Papa, quien leyó
enseguida algunas páginas, aprobó la oportunidad y
alabó mucho al autor. El ejemplar presentado al
Santo Padre estaba magníficamente encuadernado en
tela blanca, y otros veinticinco ejemplares menos
elegantes, para los monseñores, todo a expensas
del bueno y caritativo Vimercati. No podemos
expresar el más mínimo deseo y ya está satisfecho.
El otro día fui yo también a la casa Torlonia.
El Príncipe está verdaderamente admirado de don
Bosco. No sé si ya ha hecho algo por el Oratorio,
pero no dejará de hacerlo. No satisfecho con
haberlo tenido en su compañía toda una mañana,
vino aquí el viernes a devolverle la visita. No
cesaba de maravillarse, oyendo hablar de las cosas
de la Casa y comprendió muy bien las necesidades
de la misma. íOjalá le inspire Dios algún buen
pensamiento! Vi en aquella ocasión a su pobre
esposa quien, como sabrá, está enferma
mentalmente. Junto a don Bosco parecía más
calmada, besaba su mano y no daba señales de
locura. íPobre señora! Por la noche, estando en
casa del príncipe Torlonia, estaba esperando a don
Bosco el duque Salviati; era la segunda vez que
venía sin haber podido verle y ahora tuvo que
esperarle una hora.
Es algo inaudito que los Príncipes romanos
hagan antesala; hacía falta don Bosco para abrir
una nueva costumbre. El príncipe Ruspoli esperó
dos horas para hablar con don Bosco sin
impacientarse lo más mínimo. Hay verdadero frenesí
entre los romanos con respecto a don Bosco. Hay
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quien llora por tener que perderlo. Pero han
hallado el medio para encontrarlo con seguridad,
en casa: y es venir enfermos o prometer limosnas.
Por ejemplo, una señora ha tomado setecientos
boletos de la tómbola; promete, además, alguna
otra limosna, pero quiere que don Bosco vaya a su
casa para recibir el dinero. Seguramente irá; si
no, lo llevaré yo. En otro lugar se preparó una
limosna, tomaron quinientos boletos y nos darán
dinero, pero a él en persona. Asimismo, todo un
Eminentísimo señor, cuyo nombre callo, mostró su
deseo de verle y hablarle, desde el primer día de
su llegada a Roma. Es de advertir que don Bosco no
le conocía y necesitaba absolutamente tener con él
alguna conferencia para nuestros asuntos. Pero,
que si quieres; pasaron más de veinte días, antes
de disponer de un rato y a duras penas. Fue, y el
Eminentísimo señor puso en manos de don Bosco la
bonita cantidad de cincuenta escudos (1) en
testimonio de veneración y ayuda.
íCuántas más ayudas nos vendrían, si don Bosco
pudiese multiplicarse por cinco o seis (nótese la
cifra) e ir a donde desean verle! Por su buen
corazón y su propensión a decir que sí, le ha
sucedido en varias ocasiones aceptar comidas, a la
misma hora y en sitios diferentes. Algunas veces
suplo yo, especialmente a los entremeses (2), pero
quieren siempre a don Bosco y, si no va, puede
haber serios inconvenientes.
(1)-Escudo. -Era la unidad monetaria de Toscana
y otros estados te a cinco liras (N. del T.)
(2) Entremés. -Manjares que se ponen en las
mesas para picar de ellos, antes de empezar la
comida (N. del T. )
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