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Siempre tranquilo, sereno y paciente, oyendo a
todos, consolando a todos y recibiendo a todos con
la bondad que le es tan natural. Si no hubiera
nada más que manifestase su grandeza, todos
confiesan que lo es por la dulzura de su trato.
Entre otras personas, estuvo la princesa
Odescalchi, la cual pudo llegar a él después de
venir en vano otras veces. Le contó que la pobre
enferma ortodoxa rusa, a quien don Bosco había
bendecido, no hablaba más que de él; que le
agradecía su caridad por haberla visitado; y que,
al recibir su bendición, había sentido como un
frío misterioso corriendo por sus huesos; que la
medalla que le dejó don Bosco es su más fiel
compañía; que llora y reza pensando en don Bosco.
íQué triunfo más hermoso para la Iglesia si se
convirtiese! Otras correligionarias suyas la
imitarían.
Rueguen también ahí en favor de esta pobre enferma
para que Dios le conceda la salud del cuerpo, si
así le conviene para la eternidad, y seguramente
la salvación del alma.
Cuando don Bosco sale a la ciudad se encuentra
en muchas casas y familias que antes no conocía, y
que le llevaron allí sin él saberlo para obtener
su bendición o para presentarle un enfermo. Lo que
veo, parece fábula y es verdad. Una persona estuvo
sin comer durante todo el día con el deseo de
hablarle, y se marchó sin alcanzar este consuelo.
Se iba llorando con ánimo de volver. Los párrocos
le invitan para ir a sus iglesias, los directores
a sus escuelas, los religiosos a sus conventos.
Todos los días igual: ya sé que os lo dije muchas
veces, pero también sé que os gusta oírlo repetir.
Don Bosco oye que alaban la conducta de nuestra
Casa, pero él no parece muy satisfecho de ella.
Dos días que puso en ella una atención especial,
vio algo que le entristeció mucho. En cuanto
pueda, me dará nombres y apellidos y yo os los
enviaré para vuestra norma. >>Conformes? Quizás
no; pues bien, se hará lo que mejor fuera para
vosotros y para vuestras almas.
Don Bosco admira y da gracias a la Providencia
de cuanto hizo y hace por nuestra Casa. íCuántas
personas piadosas, que antes no nos conocían para
nada, y ahora se han convertido en fervorosas
bienhechoras! íDios es admirable con sus siervos!
A ((**It8.630**)) una
persona que necesitaba hablar con don Bosco sobre
asuntos de conciencia, le dijo, antes de
escucharla, que ya sabía lo que quería, y le
respondió de acuerdo con sus deseos.
Otro, enfadado por haber tenido que esperar
demasiado, presentóse a él despechado y casi
insolente. Don Bosco pudo haberle respondido en el
mismo tono, pero no lo hizo y guardó silencio.
Aquel tal, mortificado, se arrojó a sus pies y
pidióle perdón. Con escenas como éstas podría
llenar varios folios, pero me parece que basta con
lo dicho.
A*... dice don Bosco que trabaje de buena gana,
y que no quiere mezclar la tierra con el oro.
Don Bosco ya casi se halla totalmente repuesto
de su pequeño malestar y trabaja por quince. íQué
vergüenza para quien le gusta pasárselas sin nada!
Mil gracias para don Celestino Durando por las
buenas noticias que me da de mis queridos
estudiantes, en medio de los cuales me encuentro
todo el día, para estar por la noche con mis
aprendices. >>Quién les cuenta el ejemplo los días
de fiesta? >>Quién asiste a las escuelas
nocturnas? No tengo ninguna noticia de esto y las
espero, lo mismo que don Bosco, y no sólo ésas,
sino las de toda la casa. Cómo se alegra cuando
recibe vuestras cartas y os puedo asegurar que no
las olvida. Pero casi todas le recuerdan que
vuelva, y quizás más que todo es lo que, callando,
da a entender el señor Prefecto. Querido mío, para
este mes no hay esperanza y para el otro ya
hablaremos. Discutiremos
(**Es8.535**))
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