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portentosos e innegables. Don Bosco fue el hombre
de su siglo, el hombre enviado por Dios, el
sacerdote santo, que santificaba a los demás y que
debía cooperar eficazmente a la salvación de la
sociedad.
Proseguimos con don Juan Bta. Francesia
Roma, 29 de enero de 1867
Mi querido Rúa:
Aunque me toca decir casi siempre lo mismo, sin
embargo no puedo callarme.Cuentan todos los que me
escriben que mis cartas, llenas del nombre que
tanto amamos, resultan muy agradables. íDeo
gratias! Mi deseo queda satisfecho. Si a veces
alguna reminiscencia algo antigua venía a ofuscar
aparentemente el candor, no era más que la
verdadera y pura expresión de mi ánimo manifestada
con palabras ajenas.
Estuve en las catacumbas, y pensando en las
almas de los que todavía dormían allí en paz, pedí
a Dios y a aquellos santos fortaleza para mí y
para todos nuestros alumnos del Oratorio. Don
Bosco querría que le dejase a él para ocuparme de
las cosas que puedo ver por un sitio y por otro,
pero sé que a vosotros rio os gustaría que hiciese
eso. Le obedezco en parte y en parte secundo
vuestro afecto, legítimo sin embargo, tratándose
de don Bosco.
Estuvimos el día de santa Inés en la iglesia a
ella dedicada extramuros de Roma, donde sucedió un
prodigio al Santo Padre; porque habiéndose hundido
la bóveda sobre la que estaban, ninguno sufrió
grave daño y el Santo Padre quedó incólume. Allí
se colocó una lápida en recuerdo del suceso, y yo
la leí y di gracias al Señor por haber librado
milagrosamente a su Vicario.
La fiesta era especial para la bendición de los
corderos. íPobres animalitos! Vestidos de fiesta,
adornados con flores, colocados sobre un blando
cojín, los llevan después de misa al altar en
donde los bendicen. Durante la sagrada función
balaban los mansos animalitos y lamían las manos
del sacerdote. íQué de ideas en aquel momento!
Después de la función fueron inmediatamente
llevados al Vaticano, desde donde el Papa los
envía a algún monasterio y allí se crían para dar
luego la lana para el Sagrado Palio de los
Pastores.
Pero ya sé que no es esto lo que vosotros
deseais, vosotros queréis cosas que os hablen de
don Bosco. Siempre él y ninguno más que él,
deseáis que ((**It8.629**)) sea el
tema de mis cartas, y yo lo celebro, porque no
tengo más que interpretar mi corazón. Ya en varias
ocasiones ha despertado don Bosco tal entusiasmo
que será difícil describirlo, así como imaginarlo.
A todas horas viene gente, de todas las clases
sociales, para hablar con él. Apenas le ven se
postran en tierra y piden su santa bendición.
Parece idolatría y, sin embargo, no es más que
sincera y profunda reverencia ante un buen Siervo
de Dios. Si vierais qué barullo de gente cuando
don Bosco da audiencia, vosotros mismos os
extrañaríais. Hoy, por ejemplo, debía comenzar a
las tres y no pudo hasta las seis, porque llegó
tarde a casa y, en vez de comer a las doce, lo
hizo a las 2,45. Después, íqué batahola, mi madre!
Algunos que habían llegado a las once y media
tuvieron que esperar hasta las siete y más tarde.
>>Y don Bosco?
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