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((**Es8.531**) ella se revistió con los ornamentos sagrados, salió a celebrar la santa misa, repartió muchas comuniones y después habló. Empezó diciendo: <<íFe! íFe es lo que nos hace falta, queridos míos, para trabajar!>> y lo decía con tanto entusiasmo que daba la impresión de que una corriente eléctrica invadía y sacudía a su auditorio. Parecía inspirado. Reprendió, pero fue escuchado con reverencia. Recomendó, y será obedecido. Cuando bajó del palco, que servía de púlpito, nadie quería salir de la iglesia. Todos se apretaban en su derredor, todos querían hablarle y, sólo ante la promesa de que volvería después de tomar una tacita de café, le dejaron pasar. Había gente esperándole en el altar, en los corredores, en la sacristía. Parecía como cuando nuestros muchachos, después de las oraciones de la noche, se amontonan para ((**It8.625**)) besarle la mano. Todos tenían algo que manifestarle, enfermos para bendecir. Como Dios quiso, se le sacó de allí, casi de milagro, y se le llevó sano y salvo al Colegio Romano. Y, a decir verdad, la mayor parte de aquellas señoras había ido a la iglesia a las siete. A las doce todavía había muchísimas esperando a don Bosco en la iglesia con el vivo deseo de saludarle. Se dio un espectáculo conmovedor en mitad de la calle. Apenas fue visto, salieron de todas partes madres con sus niños en brazos; acudieron señoras, señores, sacerdotes, jesuitas y más y más gente, para recibir su bendición. Yo no supe hacer más que cubrir mi rostro con el sombrero y llorar, rezando por aquellas almas piadosas tan llenas de fe. Vi a muchos con lágrimas en los ojos, entre ellos un guardia noble palatino, el marqués Nannerini, que esperaba a don Bosco para llevarlo a casa, también para bendecir a su pobre esposa enferma. A duras penas pudo subir al coche. Toda la calle estaba abarrotada de personas y flanqueada, de una y otra parte, por dos larguísimas hileras de carrozas de la nobleza. Y he aquí que, arrodillándose, todos gritaban: -íDon Bosco, bendíganos! Los cocheros se quitaron el sombrero y don Bosco tuvo que bendecir al pueblo en la Roma de los Papas. Crescit (Crece) verdaderamente eundo (marchando) el entusiasmo por el queridísimo don Bosco y en donde lo pueden retener por un momento, según dicen, luego no le dejan salir sino después de horas y horas. Pero él no tiene nunca prisa. Los hay que le esperan y diría que están al acecho durante medio día, para poderle hablar y cuando logran encontrarse con don Bosco diez minutos, están contentísimos. Seguramente que don Bosco, ocupadísimo como está, no podrá, según deseaba, responder y agradecer personalmente las hermosas cartas de todos los que le escribieron. Me dio a mí algunas a leer. íQué bien redactadas estaban! Para entretener un rato a las personas que esperaban audiencia, y para demostrarles el buen corazón y la cultura de nuestros muchachos, di algunas a leer a diversas personas y todos tuvieron que alabar la virtud que resaltaba en aquellas sencillas palabras. Las gracias para todos, y si don Bosco no pudiera darles gusto individualmente, dirigirá a todos a la vez una gran carta que se pueda asemejar al fajo de las muchas que le enviaron. Y para terminar, siento que debo cumplir con todos los alumnos de la casa que buscaron durante el tiempo de ausencia de don Bosco la manera de portarse tan bien que él no tuviera que lamentarse. Pero el domingo y el lunes fue a verles, y no quedó muy satisfecho. Vio muchas cosas que él se reserva para escribir en el primer momento libre que tenga. No sé como lo habrá hecho, porque ((**It8.626**)) no hubo día en el que estuviera más ocupado que en éstos. Los misterios de Dios y de sus fieles (**Es8.531**))
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