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Roma, empezando por el Santo Padre, para el que,
según me decía ayer tarde, tiene entrada libre a
cualquier hora, sin hacer antesala. Son favores
que no se conceden con facilidad y don Bosco debe
estar muy contento de ello...
Don Juan Francesia seguía escribiendo acerca de
estas visitas. He aquí su carta dirigida a don
Miguel Rúa, a la que añadimos nosotros las fechas
entre paréntesis, para mayor claridad:
Mi queridísimo Miguel:
A pesar de su buena voluntad, don Bosco no ha
podido todavía responder, como quería, a todos los
que desde ésa le han escrito manifestándole sus
penas y sus buenos deseos de que todo salga bien.
Si yo dijera que no tiene tiempo ni para comer, no
se me creería y, sin embargo, no diría más que la
verdad. Precisamente por esta continua y
abrumadora ocupación, hace unos días que no anda
muy bien. Todos acuden a él por sus enfermedades
del cuerpo y del alma. Suerte que don Bosco ruega
y me hace rogar ((**It8.619**)) para
que no suceda nada de extraordinario; por lo demás
temo no llevarlo sano y salvo a Turín.
Desde que hemos llegado aquí a Roma, no ha
hecho más que llover. íY de qué modo!
También ha nevado un poquito. Las calles están
llenas de barro y es pesado caminar por ellas.
Estos días sostiene don Bosco íntima relación
con el príncipe Torlonia. íPobre rico! íDa
lástima! íTantas riquezas y tan desdichado! Quiera
Dios que don Bosco pueda hacer conocer a este
señor sus necesidades y obtener alguna ayuda.
Cien mil liras son para él como cien mil
céntimos para nosotros (regalados claro está).
Seguramente sabrás, mejor que yo, que este
Príncipe, fabulosamente rico, tiene una familia
desgraciada. Si con la entrada de don Bosco nos
viniese alguna bendición, íqué fortuna sería! Pero
tocaría al mismo don Bosco desistir del antiguo
propósito de no querer pedir a Dios con
insistencia nada temporal.
Se esparció la voz de que don Bosco conduciría
a Turín a todos los muchachos que lo desearan. íY
qué de peticiones! Hasta los padres jesuitas están
encantados con la santidad de don Bosco. Yo creo
que su milagro más grande es el de no haber hecho
nada extraordinario, y ser tan honrado.
Su mirada es interpretada como en Turín.
Cuántos pensamientos después de una ojeada suya,
que no fue demasiado benigna, o seria, o solamente
indiferente. He visto lágrimas en los ojos de una
señora después de mirarla un tanto
misteriosamente:
-íPobre de mí!, exclamó, he visto que necesito
ajustar las cuentas de mi alma.
Y tal vez era así, porque enseguida fue a
arreglarlas.
El otro día (22) estuvimos en el Seminario de
San Pedro y una pobre chiquilla, que apenas se
sostenía con sus muletas, se acercó gritando:
-Me han dicho que aquí hay un santo, que me
puede curar. íQue me cure, por amor de Dios!
Y íesto sin que haya sucedido ningún acto
público y grave para dar a conocer a don Bosco
como taumaturgo!
De la mañana a la noche es un continuo ir y
venir a nuestra habitación: el viernes
(**Es8.526**))
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