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>>íPero qué parsimonia la suya, qué discreción,
qué modestia en su palabra y en su mirada!
>>Don Bosco me trató siempre con especial
benevolencia, sin más motivo, a mi saber, que el
de conocer lo mucho que había sufrido por mí el
angelical Pío IX, a quien él veneraba y amaba
tiernamente como a especial protector de su
querida Obra.
>>Después de la santa misa siempre me dirigía
una afectuosa palabra y me regaló una medalla de
María Auxiliadora, invitándome a que fuera a Turín
para visitarlo honrándome con especiales
confidencias.
((**It8.614**)) >>Una
vez me llamó aparte y me rogó que le escribiese a
Turín, porque quería manifestarme un secreto.
>>En su respuesta a la carta, que no tardé en
escribirle, me decía poco más o menos:
>>-Muy querido don Pío: (éste es mi nombre de
religión, en lugar del nombre semítico Edgardo).
Os he de manifestar algo que, por ahora, os ruego
guardéis en secreto. Al volver a la sacristía
después de misa, vi ondear sobre vuestra frente
una nube oscura. Cuando bajabais la frente
parecíais sereno y sonriente. Pero, al levantarla,
aquella nube oscura cubría vuestro rostro, que yo
dejaba de ver. Sobre aquella nube dos ángeles
sostenían una corona de encendidas rosas. Hijo
mío, sed humilde y todo irá bien. El orgullo,
figurado por la oscura nube, sería vuestra ruina.
íQué hermosa corona os dará el Señor si
perseveráis! Sed siempre fiel.
>>Debo decir, en honor a la verdad, que esta
secreta comunicación corresponde perfectamente a
mi estado interior, a mi carácter y mi
temperamento, y también al desarrollo de mi
modesta existencia. íCuántas veces he sentido y
comprendido en medio de mis luchas internas y
externas, en las más amargas pruebas, que la
humilde sujeción a la adorable voluntad de Dios,
era para mí un sostén y un alivio que esparcía el
resplandor de una paz celestial sobre mi alma,
mientras que la impaciencia no habría hecho más
que llenarla de tinieblas! íCuántas veces,
oprimido por la amargura, privado de todo consuelo
humano, levanté la mirada a Aquél que nos alentó
diciendo: Merces vestra magna est in coelo
(Vuestra recompensa será grande en el cielo) y
descubrí la hermosa corona de rosas que el Señor
me dará, como espero, si adjuvante ejus gratia
(ayudado por su gracia), soy fiel usque ad mortem
(hasta la muerte).
>>Por mi parte creo que esta revelación de don
Bosco podría colocarse sobre la cabecera de su
vida: ``Discernimiento de los Espíritus...''>>.
(**Es8.522**))
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