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vaciaré pronto. En las habitacioncitas de san
Luis, de san Estanislao de Kostka y del beato Juan
Berckmans, recé con mucho fervor por todos
vosotros, para que podáis imitarles en todas sus
virtudes y especialmente en la pureza de
costumbres.
Adiós; que el Cielo os bendiga, como de corazón
os lo desea
Vuestro
afectísimo amigo en J. y M.
J. B.
FRANCESIA, Pbro.
Habla don Juan Bautista Francesia en su carta
de otra audiencia concedida por Pío IX a don
Bosco. Nadie puede imaginar la familiaridad con
que le trataba el Santo Padre. ((**It8.604**))
Habiendo recaído la conversación sobre las tristes
condiciones a que los sectarios habían reducido a
la Iglesia, de los peores tiempos que le
preparaban, y de las causas que habían facilitado
tan luctuosos sucesos, el Papa pidió a don Bosco
su opinión sobre un punto tan delicado, con estas
palabras:
-Y en lo tocante a la amnistía que, al
principio de nuestro Pontificado, concedimos a
todos los condenados políticos del Estado
Pontifício, sabemos que unos la alaban y otros la
critican: >>qué decís Vos?
Ante esta pregunta dudaba pronunciarse el
Venerable, observando que nadie podía prever qué
otros peores sucesos se hubieran desarrollado de
haberse mantenido las sentencias de justo rigor de
los tribunales. Pero el Papa añadió insistiendo:
-Decid, decid tranquilamente vuestro
pensamiento.
-Vuestra Santidad, repuso don Bosco, secundó,
con aquel gesto de soberana clemencia, la gran
bondad de su magnánimo corazón, esperando conmover
y ganarse a los traidores; pero parece que haya
hecho lo mismo que Sansón, que capturó y encerró a
trescientas zorras y después las dejó en libertad;
y éstas corrieron por todas partes llevando el
incendio y la destrucción de las mieses.
-íNo vale la comparación!, observó el Santo
Padre.
Y don Bosco añadió:
-Similitudines non sunt undequaque urgendae (No
hay que pedir que las comparaciones sean exactas).
-Y sin embargo, concluyó el Sumo Pontífice,
hemos creído hacer bien al obrar de este modo...
pero nos complace vuestra franqueza.
Y añadió:
-íSí, nos hemos equivocado! Pero creemos que
este error, de hecho inocente por nuestra parte,
entraba en los designios de la Providencia. Si
hubiésemos opuesto una absoluta resistencia a las
aspiraciones
(**Es8.514**))
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