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<>. El
Comendador, que no era enemigo de la Iglesia, se
entendió fácilmente con él y no sólo se prestó a
no poner obstáculos al nombramiento de los
Obispos, aunque las instrucciones de Ricasoli eran
muy exigentes, sino que se declaró dispuesto a
cooperar en los actos del Papa. Comprendía muy
bien que éste no podía consentir que los nuevos
elegidos, y principalmente los destinados a las
diócesis de los antiguos Estados Pontifícios,
presentasen las Bulas al Gobierno: en consecuencia
no se obstinó en exigir tal presentación y se
contentó con un simple aviso de nombramiento.
El Papa, conocida la flexibilidad de Tonello,
se alegró de ello y aprobó. El Gobierno italiano
estaba interesado en dar una satisfacción a
Francia, y condescendió.
A partir de aquel momento la discusión entre el
Delegado Pontifício Antonelli y el Comendador, se
redujo al modo de hacer y reconocer los
nombramientos episcopales; y convinieron
verbalmente proceder de esta forma:
-Se establecieron de nutuo acuerdo las Sedes y
las personas a nombrar: el Delegado Pontifício
comunicaría al Gobierno la designación de las
diócesis y de los elegidos: la Santa Sede
expediría bulas, conforme a las del último
arzobispo de Génova, omitiendo lo tocante a la
presentación regia; se entregaría una nota de ello
al enviado; y éste escribiría al Ministerio para
que se diesen las disposiciones oportunas, con el
fin de que los nombrados tomaran posesión de sus
Sedes.
Le tocó a don Bosco ir varias veces del
cardenal Antonelli al Papa, del Papa a Tonello, y
de Tonello al Vaticano. Consiguió así tal
confianza con Pío IX, que le bastaba presentarse
para tener audiencia inmediatamente.
Monseñor Pacifici, que sostenía cordial amistad
con el Venerable, como tenía que ir por su cargo
dos veces a la semana al Vaticano, pasaba
infaliblemente por casa Vimercati con su coche,
para ver si don Bosco necesitaba ((**It8.596**)) ir a
ver al Papa o al cardenal Antonelli.
Concluidos y aprobados los trámites por ambas
partes, se procedió a los nombramientos. Pío IX
hizo que le entregaran una lista de los mejores
sacerdotes que se conocían en las diversas
diócesis de Italia, y encargó a don Bosco que le
anotara los nombres de los que él tenía como los
más dignos, por su doctrina y preclaras virtudes,
para proponerlos al Gobierno italiano para las
diócesis del Piamonte. También Tonello pidió
instrucciones y los nombres de los eclesiásticos
(**Es8.507**))
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