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Durante aquellos días su más grave ocupación
era la del nombramiento de los Obispos.
El 21 de diciembre había comenzado el
comendador Tonello a tratar de ello con el
cardenal Antonelli; secretario de Estado. Los
prelados expulsados habían vuelto a sus diócesis y
no había más cuestiones de declaraciones y
licencias. La cosa era más sencilla. Tonello tenía
orden de condescender con las justas exigencias de
la Santa Sede en varios puntos acerca de los
cuales Vegezzi había tenido que manifestar que el
Gobierno sería inflexible, por lo que fácilmente
se abandonaron muchas pretensiones entre las
cuales la del exequatur y la del juramento de los
obispos.
Pero, desde la primera audiencia, había
declarado el cardenal Antonelli que la Santa Sede
no pondría obstáculos para la presentación de los
obispos en las antiguas provincias del Piamonte y
del Lombardo-Véneto: pero que nunca aceptaría del
Gobierno las de los otros estados italianos y
menos aún las de los territorios pontificios
arrebatados al Papa. Exclusión que ((**It8.593**)) ponía
en peligro a todo el centro y sur de Italia de
quedar sin obispos y podía dar lugar a ciertas
veleidades cismáticas de algún miembro del
gabinete italiano.
La verdad es que el ministro de Cultos,
Borgatti, había escrito a Tonello que todas las
negociaciones se hicieran sólo de viva voz y no
con actas escritas, pues no quería comprometerse
para el porvenir.
Se mantenía en la razón de Estado y en el derecho,
según él, del nombramiento de los Obispos,
atribuido al laicado de la Asociación Católica.
Tonello, de acuerdo con las instrucciones
recibidas, debía buscar que en el porvenir tuviese
parte el pueblo en la elección de los Obispos.
Quería además el Gobierno que todos los que
hubieren sido elegidos, presentasen las Bulas. Y
el cardenal Antonelli no accedía.
Estaban las cosas en este punto cuando don
Bosco llegó a Roma. Mucho le dolió saber el mal
sesgo que tomaban las negociaciones y vio que las
concebidas esperanzas podían desvanecerse muy
pronto. Hacía más de quince años que en el
Piamonte no se nombraba un solo obispo.
En este punto le mandó llamar Pío IX para oír
las proposiciones que él haría para conciliar las
divergencias.
Contra estas negociaciones surgían objeciones y
obstáculos por todas partes. Querían los
Cardenales que las autoridades italianas se
pusieran totalmente a disposición del Santo Padre
antes de llegar a una decisión. El cardenal
Antonelli era inflexible en mantener las
condiciones impuestas al Delegado del Gobierno del
Rey. El Ministro
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