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Roma, martes 15.
Muy apreciado Señor:
Don Bosco anda siempre muy ocupado y en
consecuencia también el pobre Francesia. Hemos
estado con el Santo Padre. íQué hermoso
recibimiento tuvo don Bosco y, de rechazo, también
el que esto escribe!
Mientras estaba don Bosco en la audiencia, que
duró tres largos cuartos de hora, yo me entretenía
con todos aquellos Monseñores, que no se saciaban
de oír hablar de don Bosco y de su Oratorio.
Quedábanse tan admirados, como yo nunca hubiera
sospechado.
Para don Bosco no hubo antecámara. Terminada la
audiencia del Ministro de Armas y del de la
Policía que ya estaban con el Santo Padre, fue
introducido él. Estaba la Embajada o Legación de
los Estados Unidos, con todo el séquito, pero tuvo
que esperar: y don Bosco pasó antes.
Apenas le vio el Papa, después de los primeros
saludos, comenzó a decir:
-Por tanto, siguiendo la conversación
interrumpida la última vez que nos vimos (en
1858), cuando nos estorbó el Cardenal que venía
para la firma...
Y empezó enseguida a tratar de nuestra Pía
Sociedad, de la que entonces hablaba, como si se
tratase de una conversación tenida ayer. Prueba de
lo mucho que le interesaba.
Después de un momento el Mayordomo, monseñor
Pacca, me hizo pasar ((**It8.587**)) ante el
Pontífice. íQué momento el mío! Cuando estuve a
los pies del Santo Padre, colocó El su sagrada
mano sobre mí, besé cariñosamente su anillo,
acordándome que representaba a todos los
muchachos, clérigos, sacerdotes y seglares del
Oratorio. íQué mirada tiene Pío IX! íQué dulces
palabras brotan de sus labios! Al saber que yo
había sido un pobre artesano, no dejó de recordar
el colegio apostólico formado por pescadores, ni
olvidó al publicano que era quizá el único de
cierta condición.
El Pontífice está muy bien, ocupado
continuamente en los negocios de Estado y de la
Iglesia. Roma lo admira, lo ama, y yo diría, lo
adora.
Pío IX ha prometido a don Bosco recibirle más
veces para hablar con mayor libertad.
El Siervo de Dios había sido admitido a esta
audiencia el día 12, sábado. Por la mañana había
celebrado la santa misa en la capilla de la
duquesa de Sora, como se ve por una carta de la
misma.
Las primeras palabras que el Papa le dijo
fueron realmente éstas:
-Entonces... señor Abate, >>habéis tenido en
cuenta mi consejo? >>Habéis escrito lo que se
refería a la inspiración de fundar vuestra
Sociedad?
-Pero, Santo Padre, respondió don Bosco; la
verdad es que no tuve tiempo, en medio de tantas
ocupaciones...
-Pues bien: siendo así no solamente os lo
aconsejo, sino que os lo mando. Todas las demás
ocupaciones de cualquier género que sean, tengan
la importancia que tengan, deben dar paso a ese
trabajo. Dejad todo a un lado, si no podéis hacer
de otro modo, pero
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