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->>Qué nos importa a nosotros que tú necesites
esa fe? Allá tú.
Pero vosotros sois buenos y por eso el Señor me
concederá por vuestra mediación las gracias que
necesito.
Hay que pedir al Señor que remedie los
desórdenes que suceden dentro y fuera de casa. En
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cuanto a los que suceden fuera, no hace falta que
os los indique; sólo os digo: -íRezad!
En cuanto a los de nuestra casa, ya habéis
visto cómo me vi obligado a expulsar del Oratorio
a seis jóvenes. La otra noche, cuando os hablé y
os anuncié mi decisión, os aseguro que don Bosco
sufrió mucho durante toda la noche y no pudo
conciliar el sueño. Sólo yo sé lo que sufro para
salvaros, queridos hijos. Haber sudado años y años
para salvar a un muchacho y verse después obligado
a expulsarlo de casa, a devolverlo a la calle, de
la que le había sacado para que no se perdiese;
ponerlo de nuevo en ella con peligro de su
salvación, es algo muy doloroso, queridos jóvenes.
Y >>cuál fue el motivo? La gula, origen de la
pérdida de la mayor parte de las almas. Se robó
algo de comer, para satisfacer la gula; se robó
dinero para satisfacer la glotonería; se robaron
libros y objetos para venderlos, sacar dinero y
dar satisfacción a la gula. Por esto fueron
expulsados algunos.
Hay además otra arma de la que se sirve el
demonio >>sabéis cuál es? La inmodestia. Lo diré
mejor y más claro: la deshonestidad. íAh,
guardaos, amigos míos, de este enemigo! El demonio
os tienta poniendo en vuestras manos libros malos,
haciéndoos pensar en lo que no debéis pensar, o
con las conversaciones de un mal compañero. Cuando
se os acerca uno de estos malos compañeros pensad:
-Este es un ministro de Satanás. Y digan lo mismo
los infelices que empiezan esas conversaciones:
-Yo soy un ministro del demonio porque le ayudo a
perder las almas.
Mis queridos amigos: manteneos lejos del hurto
y de la deshonestidad, si queréis ser amados por
el Señor. El medio para vencer al demonio de la
deshonestidad es practicar fielmente los propios
deberes de clase y el reglamento de la casa.
Don Bosco había dicho a los muchachos: <<-En
cuanto a los desórdenes que sucedan fuera de casa,
no hace falta que os los indique; sólo os digo:
-íRezad!>>.
Cuando se halló a solas con los clérigos y
sacerdotes explicó su pensamiento. Estaba
convencido de que, si se rezaba mucho, la nueva
ley de la supresión de los conventos no sería
aprobada.
Y no falló la previsión de don Bosco, como nos
lo narra la historia. El Gobierno italiano había
decidido suprimir todas las órdenes religiosas y
apropiarse de sus bienes para el Estado. El 4 de
noviembre de 1864 el ministro Vacca presentó al
Parlamento el detestable proyecto de ley.
Al mismo tiempo, promovía y favorecía
frecuentes reuniones de los sectarios en los
teatros de las ((**It8.44**))
principales ciudades, en las que, tras furibundas
diatribas, se inducía al poder legislativo a
aprobar la ley. Los diarios impíos los apoyaban.
Se abrieron subscripciones en favor de la ley,
pero apenas se alcanzaron quince mil quinientas
setenta y dos firmas. Los católicos presentaron a
la Cámara (**Es8.50**))
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