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los próximos meses algunos millones de italianos.
Por todos los rincones del Friuli y de Calabria se
oían gritos de angustia. En la zona del Cadore se
levantaron tumultuosamente los pueblos de Auronzo,
Lozzo, Vigo y Candide, en el que hubo que lamentar
numerosos heridos y peleas sangrientas. También
hubo graves desórdenes en Dogliani y en Santa
Margarita de Rapallo.
En Nuoro (Cerdeña) hubo un motín. Había fallado
en la isla la cosecha del trigo. El pueblo se
alimentaba casi exclusivamente de pan y en los
mercados llegó a costar el trigo treinta y dos
liras el hectólitro, lo que imposibilitaba al
obrero proveer del sustento diario a su familia.
La desesperación empuja al delito. Bandas de gente
armada agredían aldeas enteras, y las saqueaban
hiriendo y matando. Muchos morían de inanición.
Muchísimos no comían más que hierbas, mirto y
madroños. Hasta las habas ((**It8.565**)) recién
sembradas fueron arrancadas durante la noche y
comidas en algunos lugares.
En Módena, del 24 al 27 de enero, hubo que
mandar escuadrones de lanceros a caballo y de
guardias y apostar soldados en defensa de las
tiendas para contener a los hambrientos campesinos
amotinados en busca de pan.
En Turín, el 28 de enero, los obreros
hambrientos y mezclados con los revoltosos, se
desparramaron por la ciudad, asaltaron y saquearon
durante cuatro horas muchísimas tiendas de pan y
de embutidos, derribando puertas y destruyéndolo
todo.
En la región de Génova falló también la
recogida del aceite.
En Sicilia la desolación llegó a ser casi
total, debido a la sequía de la estación que
agostó toda la siembra y acabó con la esperanza de
la cosecha, por lo que se multiplicaron las bandas
de malhechores y ladrones, que infestaban campos y
pueblos, y hasta ciudades populosas.
En medio de tanta miseria, sórdidos
especuladores provocaron el furor del pueblo, que
en varias ocasiones se opuso por la fuerza en la
Romaña a la exportación de cereales comprados a
buen precio y que se llevaban a Francia en vagones
especiales por ferrocarril.
Cada semana partían, de Lombardía y Emilia,
varios centenares de cabezas de ganado y sacos de
trigo, y las gentes de los pueblos, llenas de
miedo ante la carestía, irrumpieron sobre el
ferrocarril y saquearon los vagones, amenazando
con lo peor, si no se ponía fin a aquel mercado.
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