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respecto a la cantidad de muchachos de la casa,
sólo una minoría falló; pero esta minoría es
bastante más numerosa de lo que yo hubiera
pensado.
En el Oratorio han acontecido cosas que nunca
se habían dado. Hay quien roba y se roba de todo a
todos: se roban libros, se roba dinero, se roban
prendas, se roba fruta y todo lo que se puede
quitar. Algunos leen libros que son verdaderamente
malos y los leen en la iglesia, durante la lectura
y durante las funciones sagradas. Hay más. Algunos
se ausentan de la iglesia y de la clase y se
esconden en habitaciones apartadas para no ser
vistos. Hasta hay quienes se retiran a ciertos
lugares, y prefieren morir en aquel hedor antes
que ir a donde les llama el deber. Y esto no es
todo. Algunos se han convertido en maestros de
perdición de infelices compañeros y han hecho más.
No contentos con ello, se glorían del mal hecho
como de una gran victoria. <> (Los
que se gozan en hacer el mal, se regocijan en la
perversidad).
Por tanto, he tomado una decisión y es la de
despachar a los autores de estos escándalos. Don
Bosco es el hombre más bueno que exista sobre la
tierra: destrozad, romped, haced chiquilladas y os
compadecerá, pero no os dediquéis a arruinar las
almas, porque entonces es inexorable.
Cuando un muchacho entra en casa, mi corazón se
alegra, porque veo en él una alma que hay que
salvar; y cuando se inscribe entre mis hijos, se
convierte en mi corona. Pero hay dos clases de
coronas; si corresponde a mis cuidados, si se
esfuerza por salvar su alma, entonces este joven
forma mi corona, una corona de rosas. Si rehúsa
poner en práctica mis palabras, si veo que no se
preocupa de lo tocante a su alma, entonces os
aseguro que es para mí una corona de espinas. Y
si, además, éstos, no contentos con hacer daño a
sus almas, tratan de arruinarme las otras,
entonces ((**It8.41**)) no puedo
soportarles de ningún modo; tengo que echarlos.
Por lo tanto, los que se convirtieron en
cabecillas de estos desórdenes serán tenidos en
cuenta y mañana, sin más, serán avisados para
salir inmediatamente del Oratorio, que han
profanado con sus pecados. Los que fueron menos
culpables, quedan ya avisados públicamente, y lo
serán después privadamente por mí, uno por uno.
A estos les digo: -Mira, hijo mío, procura
enmendarte; de lo contrario, el mismo castigo que
han tenido los demás caerá sobre ti; corrígete,
aún tienes abierta la puerta del arrepentimiento;
pero si continúas por el camino empezado, vas
derecho a la eterna perdición.
Sé que algunos de éstos, se ríen ahora mismo
mientras yo hablo, pero piensen que, si los dejo
todavía por algunos días, sólo es para darles la
última oportunidad. El demonio os hace cometer los
pecados y os da la esperanza de que permanecerán
secretos, y hará todos sus esfuerzos para
ocultarlos a los ojos de los hombres. Pero es muy
difícil que yo no llegue a saberlo. Y si, por
algún tiempo, pasáis desapercibidos, si lográis
hacer algo a hurtadillas, recordad que, si el
demonio es astuto, el Señor es más astuto que él.
Dejad que me desahogue, que desahogue mi
corazón con vosotros, con quienes no tengo nunca
secretos.
Necesito desahogarme: si hay mucha culpa en el
que obedece, tampoco está libre de ella el que
manda. Si cada uno cumpliese con su deber en el
cargo que se le asignó, no ocurrirían ciertos
desórdenes. Todo el que goza de autoridad en la
casa, procure servirse de ella para bien de las
almas.
Deseo sugeriros dos medios para reponer el
orden en la casa, dos medios que, tal vez, los que
más lo necesitan, no querrán entenderlos:(**Es8.48**))
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