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Roma; llegaremos hasta donde podamos en nuestras
atenciones para uno a quien yo considero como un
padre, que nos ha enseñado el modo de honrar y
hacer alguna cosita por la Santísima Virgen
Auxiliadora>>.
Y el presbítero Aicardi el 28 de diciembre:
<>Dónde querrá
la divina Providencia alojar al hombre
providencial? Oigo que muchas distinguidas
personas y familias se disputan el honor de poder
tenerlo en su casa. ((**It8.561**))
Nosotros nos contentaremos con la suerte de
acercarnos a él>>.
Entre los habitantes de la ciudad eterna, el
conde Juan Vimercati, rico señor entregado a obras
de beneficencia y estimadísimo en Roma, había
hecho amistad con el caballero Federico Oreglia di
San Stefano y sostenía correspondencia epistolar
con él y con don Bosco. Varias veces se había
encomendado al Siervo de Dios para que le
obtuviese de la Santísima Virgen la curación de
una enfermedad nerviosa. El 23 de agosto respondía
a don Bosco: <>.
La palabra misteriosa aludía a la duda de si la
Virgen habría juzgado que la curación era para su
bien.
Volvía a escribir a don Bosco con fecha del 17
de octubre: <<íDicen todos que don Bosco viene
pronto a Roma! Y >>por qué no me consuela también
a mí con una noticia tan agradable? Acuérdese de
que en mi estado de salud necesito alientos... Los
ataques nerviosos no paran... dígame si de verdad
viene pronto. Yo lo creo y lo espero>>.
Y el 15 de noviembre: <>El sábado pasado estuve con Su Santidad que
me entretuvo largamente, con su acostumbrada
bondad, sentado a su lado. Su salud es óptima y su
ánimo sereno. Le hablé mucho de usted y de su
última carta. El, como yo, desea ((**It8.562**)) verle
en Roma. Por lo demás, tiene la misma confianza
que usted, y yo la tengo firmísima.
>>Mi salud es la de siempre y quizá más
abrumada por los ataques
(**Es8.477**))
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