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cuatro años a expensas del Papa, para proveer a la
deficiencia de sus milicias. Esta legión había
entrado en Roma el 22 de septiembre con la única
misión, así lo publicó el Monitor de la Armada, de
defender la persona del Papa y mantener el orden
en la ciudad de Roma contra los perturbadores.
Y el gobierno francés desde el principio del
año había categóricamente declarado que aquella
milicia no tenía ninguna dependencia de él y sería
en todo y en toda circunstancia equiparada a las
tropas papales.
Mientras tanto el gobierno italiano escalonaba
sus tropas en la frontera pontificia,
concentrándolas en Perugia, Orvieto, Rieti y
Terni, mientras el Ministerio mandaba desde
Florencia dinero e instrucciones al Comité
Nacional de Roma que preparaba la revolución.
Varios agentes, pagados por manos clandestinas y
secretas conjuraciones, organizaban abiertas
algaradas. Cien mil hojas, lanzadas por Mazzini,
excitaban furiosamente a los súbditos del Papa a
rebelarse. Ya se habían introducido mil doscientas
carabinas y viajaban desde Inglaterra hacia la
ciudad papal, para los sectarios, cajas con
fusiles, bombas y puñales; estos indicios hacían
temer una inminente y gravísima perturbación.
También el conde Conestabile della Staffa
escribía el 12 de noviembre de 1866 al caballero
Oreglia: <>.
((**It8.559**)) Los
señores romanos temían mucho la invasión de las
huestes de Garibaldi. Muchos consultaron a don
Bosco, si no sería mejor para ellos alejarse de
Roma. Don Bosco escribió a la marquesa de
Villarios: <>.
Escribió también que, antes del centenario de
San Pedro, no sucedería
nada.
La noticia de estas seguridades se difundió por
Roma muy rápidamente y contribuyó mucho a calmar
los ánimos. Pero causaron a la vez un famoso
equívoco, por el que también en 1870 muchos se
tranquilizaron con este íno entrarán!
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