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CAPITULO XLVII
ANGUSTIA DE ROMA ANTE EL PELIGRO DE SER INVADIDA
POR LOS ENEMIGOS - DON BOSCO ESCRIBE A ALGUNOS
ROMANOS ASEGURANDOLES QUE ESTAN FUERA DE SITIO LOS
TEMORES Y QUE EL ESTARA PRONTO CON ELLOS - VUELVE
LA CALMA A LOS ANIMOS Y GRAN ALEGRIA EN ESPERA DE
SU LLEGADA - CARTAS DEL CONDE VIMERCATI: PIDE LA
CURACION DE UN MAL NERVIOSO; UNA PALABRA
MISTERIOSA DEL SIERVO DE DIOS, LE PONE EN DUDA DE
SER ESCUCHADO; SE LAMENTA PORQUE NO LE HA
COMUNICADO SU VIAJE A ROMA; LE HACE SABER QUE EL
PAPA LO AGUARDA; ESPERA DE EL ALGUN ALIVIO - EL
CONDE OFRECE A DON BOSCO GENEROSA HOSPITALIDAD EN
SU PALACIO Y ES ACEPTADA - EL HAMBRE EN ITALIA
POR los numerosos fajos de cartas que se conservan
en nuestros archivos se ve que don Bosco sostenía
correspondencia epistolar con la alta nobleza del
Véneto, de Lombardía, de Liguria, de Parma, de
Módena, de Toscana, de toda Italia Central y de
alguna región napolitana. Acudían a él en busca de
consejo, oraciones y bendiciones, con filial
confianza; le pedían medallas, y le invitaban a ir
a distintas ciudades.
Los romanos especialmente pensaban en él por
aquellos días.
En Roma, desde que fue privada de sus
provincias, no eran bastante los tributos de los
pocos territorios que habían quedado para cubrir
los sueldos de sus empleados, para pagar los
intereses de la deuda pública y para mantener su
pequeño ejército. El óbolo de San Pedro y los
donativos de los católicos habían ((**It8.558**)) sido
hasta el presente el medio prodigioso para hacer
frente a tantas obligaciones, aunque a veces
inadecuado y siempre incierto y precario.
Mientras tanto, continuaba la gradual retirada
de las tropas francesas (que sumaban catorce mil
soldados), empezada en diciembre del 1865; los
últimos batallones habían dejado Roma el 10 de
diciembre de 1866. Napoleón, por una convención
hecha con el cardenal Antonelli, había formado en
Antibo una guarnición de mil doscientos hombres,
católicos franceses y extranjeros, alistados por
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