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>>De qué hablaron los dos personajes y qué
sucedió después? Nosotros mismos oímos la relación
que don Bosco hizo confidencialmente, al llegar a
Turín, al canónigo del Cabildo Metropolitano,
Estanislao Gazzelli de Rossana.
Don Bosco fue, pues, al palacio Pitti, donde el
Ministro le esperaba.
Apenas le anunciaron, salió Ricasoli
presurosamente a su encuentro, pero el Venerable
paróse en medio de la sala y, antes de sentarse,
declaró:
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-íExcelencia! íSepa que don Bosco es sacerdote en
el altar, sacerdote en el confesonario y sacerdote
en medio de sus muchachos; sacerdote en Turín y
sacerdote en Florencia; sacerdote en casa del
pobre y sacerdote en el palacio del Rey y de sus
Ministros!
Ricasoli le respondió cortésmente que estuviese
tranquilo; que nadie pensaba hacerle proposiciones
contrarias a sus convicciones. A continuación,
ambos se sentaron y entraron en materia.
Don Bosco, con tal de hacer el bien, no rehusó
cooperar al buen éxito de la misión de Tonello, de
modo que, a título privado, se acordó que
escribiría o hablaría con personajes eminentes,
que tenían con él alguna relación. Pero comenzó
por manifestar también cómo el Gobierno, en
atención a la Convención Italo-Francesa, estaba
interesado en no oponerse de ningún modo a los
nombramientos que hiciese el Papa, porque, de lo
contrario, era lo mismo que declarar la Convención
como un tratado falso, y la oposición resultaba un
acto de hostilidad.
El Ministro convino en ello y, mientras
mostraba prisas para conocer las opiniones de don
Bosco, fue llamado a una reunión del Consejo de
Ministros, presidida por el Rey en persona, para
tratar este asunto. Don Bosco se quedó sólo en la
sala por más de una hora.
Finalmente volvió Ricasoli y, con la elegancia
de que sabe hacer gala un diplomático, dio a
entender a don Bosco que el Consejo de Ministros
no tenía nada en contra sobre la elección de los
Obispos, pero que, antes, convenía tratar con la
Santa Sede sobre la circunscripción de las
diócesis, incorporando poco a poco, y en formas a
establecer, algunas muy pequeñas a las más
grandes; es decir, aboliendo los obispados de
escasa importancia.
Don Bosco respondió que ni siquiera
indirectamente se habría comprometido nunca a
tratar con semejante condición; porque él no podía
encargarse de ningún modo de hacer proposiciones a
la Cabeza de la Iglesia; y que no le tocaba
((**It8.535**)) a él
aconsejar al Santo Padre; y le recomendaba
desistir de aquella determinación. De cara
(**Es8.455**))
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