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Diputado por algún tiempo, y después Senador.
Desde la cátedra y en los tratados publicados en
torno al Derecho Canónico, había propugnado,
aunque con formas muy moderadas, los principios
regalistas tradicionalmente enseñados en Piamonte.
Tenía buenas disposiciones.
El 6 de diciembre Tonello aceptó ir a Roma para
reanudar las negociaciones. Las instrucciones de
Ricasoli, presidente del Consejo de Ministros, y
de Borgatti, Ministro de Gracia y Justicia, eran:
no hay que hacer propuestas, sino aceptar o
rechazar las que presentaren; en cuanto a las
mesas episcopales debía atenerse a las leyes
promulgadas: lo mismo en la ejecución de éstas, en
lo tocante a los bienes de las órdenes religiosas
y de las instituciones eclesiásticas; el Gobierno
quiere el derecho de presentación a la Santa Sede
de los candidatos al episcopado para todas las
diócesis del reino.
El magnánimo Pío IX estudiaba la manera de
proveer de obispos las sedes vacantes en Italia,
pero no había mostrado deseo de estas
negociaciones, que podían esconder alguna trampa y
acabar como las iniciadas por medio del comendador
Vegezzi. >>Acaso no se seguía ofendiendo
atrozmente a la Iglesia en la persona de sus
obispos, de sus religiosos, de sus bienes
temporales, de sus derechos y de sus leyes? Por
otra parte, no había sido oficialmente advertido y
no se quería que lo fuese.
Por tanto, hacía falta que el Gobierno
encontrase un intermediario oficioso entre Su
Santidad y el encargado por el Ministerio, y
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pensó en don Bosco, como apto para aquel fin. No
se habían olvidado de las indicaciones y los
avisos que él dio al ministro Lanza, el año
anterior, se conocía cuánto se le apreciaba en
Roma y lo mucho que le quería el Pontífice. Era
cosa sabida que don Bosco estaba siempre con el
Papa y totalmente por el Papa; estaban
persuadidos, además, de que no era un hombre de
oposición sistemática o de partido, sino un hombre
que, si bien condenaba los principios que
informaban ciertas leyes, alababa la intención de
otras, cuando éstas eran laudables, aunque no
omitía, en el caso, las debidas reservas, mas
siempre sin acrimonia.
Ciertamente don Bosco se mostraba siempre
respetuoso, servicial, deferente en sus justos
límites, con táctica eficaz e iluminada en obras y
palabras, con toda suerte de personas, lo mismo
amigas que enemigas. Hasta cuando debía dar una
desaprobación a quien se la merecía, sabía
templarla con una alabanza, practicando aquella
regla de los santos: Entrar con la ajena para
salirse con la suya. Entrar con la ajena, esto es,
reconociendo los méritos que les adornan, porque
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