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El encargo que daba al Caballero era que
preparase todo para una velada académica en honor
de los administradores de los ferrocarriles. Don
Bosco esperaba sobre todo que ((**It8.527**)) estos
señores viesen el número de muchachos internos y
comprendiesen la importancia y trascendencia de su
obra. Decía la invitación:
Los internos del Oratorio de San Francisco de
Sales, con el deseo de presentar una pequeña
prueba de su gratitud a la benemérita
Administración de los Ferrocarriles del Norte de
Italia, han ideado dar una representación en dicho
establecimiento el domingo próximo, 2 de
diciembre, a las seis y media de la tarde, en el
que los músicos celebran la fiesta de santa
Cecilia. Ruegan, por tanto, respetuosamente a V.
S. les quiera honrar con su presencia y la de las
personas que juzgue oportuno acompañarle.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
Sucedió mientras tanto, en Mirabello, un
acontecimiento digno de mención. Vicente Provera,
siempre lleno de celo y entusiasmo por el querido
Colegio, bajó apresuradamente un tramo de
escalera, que conducía desde la habitación donde
se estaba preparando la mesa para los invitados
hasta la cocina, resbaló y se torció un pie. Tuvo,
por consiguiente, que ir a su casa, meterse en
cama y llamar al médico, el cual prescribió lo que
había que hacer. Por la tarde, una vez que don
Bosco se vio libre de los invitados y que el
Obispo de Casale se había despedido, fue a verlo.
El pie de Vicente, más que morado, estaba negro
por la sangre acumulada en la parte atropellada.
Imposible decir lo que sufría, pues su virtud
sabía disimular el dolor. Diole don Bosco la
bendición y le dijo:
-Amigo mío, haz lo que el médico ha prescrito,
pero ten fe y mañana irás a llevarme con el coche
a la estación de Giarole o de Borgo San Martino.
Y le dijo que hiciera una breve plegaria. Al
día siguiente por la mañana el buen Vicente se
levantó y, lleno de satisfacción, acompañó a don
Bosco a la estación, como si nada hubiera
sucedido.
((**It8.528**)) Su
hermana Carolina Provera, religiosa en las Fedeli
Compagne, nos confirmó varias veces este suceso.
Volvió don Bosco a Turín y el Caballero le
aseguró que había cumplido las órdenes recibidas
desde Mirabello; pero al mismo tiempo le entregó
una carta de la Administración de Ferrocarriles en
la que se le hacían severas recriminaciones por
los abusos cometidos por algunos que, sin
pertenecer al Oratorio, habían viajado con
billetes reducidos entregados al Instituto.
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