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y cómo a veces les había revelado el futuro. Su
Eminencia le oía con infantil sencillez y en
ocasiones le pidió que le dijese algo sobre su
propio porvenir.
Un día, antes de que se hubiera publicado la
antedicha circular ministerial, fue don Bosco a
visitarle según costumbre. El odio contra el
clero, en vez de calmarse después de tantos malos
tratos, parecía acentuarse con rabia especial en
determinado partido del Parlamento, y había algún
diputado que quería proponer una ley que obligase
a los sacerdotes a abandonar el traje talar y
vestirse como los seglares. Todo indicaba nuevas
persecuciones, y por tanto parecía cada vez más
lejana una esperanza de liberación para el
Cardenal.
-Y bien, don Bosco, le dijo su Eminencia apenas
verle; >>sabe algo de mi porvenir?
-Prepare las maletas, Eminencia, porque pronto
podrá volver a Fermo.
->>Volver a Fermo? >>Ahora? >>Con esta guerra
que se promueve contra el Clero?
-Y sin embargo es así; la Virgen se lo ha dicho
a uno de nuestros muchachos.
-Pues bien, cuando esté libre, quiero ir
enseguida a donde me llama el deber; pero antes
pasaré por el Oratorio para devolverle las visitas
y testimoniar mi gratitud a la Virgen.
-Le aseguro que le dedicaremos una hermosa
fiesta.
((**It8.524**)) ->>Y me
hará conocer al joven profeta?
-íNaturalmente! Le vigilo para que no se lo
crea; sin embargo, se lo pondré delante.
Aquella misma noche contaba don Bosco este
diálogo en el comedor de debajo del pórtico, en
presencia de don Juan Bautista Francesia y don
Joaquín Berto, entre otros. Todos se maravillaron
y creyeron que era imposible el cumplimiento de la
profecía; tanto más cuanto que algunos muchachos,
de quienes se decía poseían gracias especiales, no
eran los más sobresalientes por inteligencia y
otras dotes, ni gozaban de mucho aprecio entre los
compañeros. Verdad es que la humildad sabe
esconder las más hermosas virtudes, y además
conviene añadir que don Bosco, cuando descubría
algo extraordinario en un alumno, solía cambiar de
actitud con él y tratarlo de una manera seca para
mantenerle en humildad. Así que no se pudo saber a
quién se refería, cuando dijo que había
recomendado a un muchacho que rezase y que había
obtenido la comunicación manifestada al venerando
exiliado.
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