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Hemos visto la hermosa estatua de la Virgen,
que ha de colocarse sobre la cúpula de la iglesia
que está levantando en Turín el insigne don Bosco,
en honor de la Santísima Virgen Auxiliadora de los
cristianos.
Tiene la estatua cuatro metros de alta, está
vaciada en cobre y se le ha dado un baño de barniz
bronceado, hasta que se la pueda dorar. Ha sido
modelada por los <> y
realizada por el caballero Ignacio Boggio de
Turín, en parte por galvanoplastia y en parte con
el martillo y el cincel. La ejecución de estos
trabajos colosales dice Bienvenido Cellini, es una
empresa muy difícil dadas las extraordinarias
proporciones. Y no es fácil juzgar desde cerca
este género de obras, que han de contemplarse
desde lejos.
Nuestro parecer, por consiguiente, respecto a
este trabajo queda en suspenso, es decir sometido
al efecto que hará la estatua colocada a la altura
de cuarenta y seis metros sobre el nivel del
suelo; mientras que hemos tenido que verla a la
distancia de ((**It8.516**)) dos o
tres metros, en un lugar muy poco a propósito como
es éste en el que está expuesta. De los ocho
principales puntos de vista de una estatua, como
diría Cellini, apenas si se pueden lograr aquí
cinco y desde cerca. Y, sin embargo, algunos
defectos que ahora se pueden descubrir,
desapareceran cuando la estatua esté colocada en
lo alto; y, viceversa, podrán ser visibles
defectos que ahora no se observan.
Así las cosas, digamos que en su conjunto la
estatua nos ha parecido muy hermosa, y
especialmente opinamos que la cabeza está bien
modelada y mejor realizada. El rostro es, a la
vez, majestuoso y cargado de dulzura, sobre todo
mirado de perfil, por la derecha. El defecto
principal, que se nos antoja, es el de que los
hombros resultan demasiado pequeños y poco
proporcionados con las otras partes, que son
colosales. Y el defecto de los hombros resalta la
defectuosa unión del brazo derecho levantado en
alto para bendecir, que parece pegado a la espalda
más que al hombro.
Volvemos a repetir: es un trabajo hermoso,
quizá el primero de este género realizado en
Turín, y que honra al caballero Boggio, de cuyo
taller ha salido. La estatua puede verse en la
calle Bertola, número 39, poco antes de llegar a
la iglesia en construcción.
El 18 de noviembre fue don Bosco a Murello,
junto a Racconigi. Por iniciativa de la directora
de las Humilladas, o Pía Unión de Madres
Cristianas, bajo el patrocinio de Santa Isabel, la
señora Francisca Cogno, viuda de Audero, con el
consentimiento y buen acuerdo del teólogo Carlos
Ghersi, párroco y administrador, había sido
invitado para predicar el panegírico de Santa
Isabel el día de la fiesta, que aquel año se
celebraba el 25 de noviembre. Mas, por un mal
entendido, resulta que don Bosco se presentó el
domingo anterior.
Púsose aquella mañana a disposición del Párroco
y le rogaron que visitara a una mujer gravemente
enferma, la cual deseaba la bendijeran antes de
morir. Acudió don Bosco con gusto a la invitación
y fue acompañado hasta la habitación de la
moribunda. Acercóse al lecho, pidió permiso al
párroco para darle la bendición papal,
arrodillóse, recitó unas oraciones y se quedó un
rato para asistirla.
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