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busca del médico, toda la casa se puso en
movimiento. El Marqués comprendió que pendía sobre
él el castigo de Dios. Hizo enganchar enseguida
los caballos, se plantó en un momento en el
Oratorio, presentóse a don Bosco y le dijo:
-Don Bosco, por favor, venga corriendo a mi
casa; tenga la bondad de venir a bendecir a
nuestro niño que se muere... Perdóneme, estaba
ciego cuando fui tan descortés con usted... Pero
venga, venga enseguida.
-Voy enseguida, respondió afligido don Bosco;
pero ya se lo dije: con el Señor no se juega. Verá
cómo ahora tendremos que decir: Dios nos lo dio y
Dios... nos lo quita.
Subió inmediatamente al coche con el Marqués;
pero, apenas cruzaron el portón del palacio, se
presentaron los criados con muestras de gran dolor
en el rostro.
->>Qué hay?, preguntó el Marqués.
-íHa muerto!
El Venerable entró en la estancia donde yacía
el cuerpecito del ((**It8.515**)) niño y
donde la madre se deshacía en lágrimas. Estalló en
llanto el Marqués y exclamó:
-íQué necios hemos sido!... Por un poco de
dinero hemos matado a nuestro hijo... Dios ha
castigado nuestra avaricia... íQué desgraciados
somos! Hemos perdido el consuelo de nuestra vida y
especialmente de nuestra vejez..: íDe nuevo solos
en la tierra! Don Bosco, perdónenos... Ruegue por
nosotros al Señor para que perdone nuestra falta.
El Siervo de Dios le consoló diciendo:
-El Señor es misericordioso, les quiere mucho,
y les perdonará.
Mas, para lograr ser dignos de su perdón, es
menester que, de hoy en adelante, se dediquen con
más diligencia y más fe a las prácticas de nuestra
santa Religión... y que socorran a los pobrecitos
necesitados de generosas limosnas. Obrando así,
tendrán la suerte de ir un día al Paraíso para
hacer compañía a su querido hijito. íEstén seguros
de que él ruega desde el Cielo por sus queridos
padres!
Y concluía:
-Vivamos todos como buenos cristianos y nos
encontraremos juntos para gozar del premio eterno.
Dichas estas palabras, los bendijo y se
despidió.
Mientras tanto, la estatua de la Virgen, que
debía colocarse sobre la cúpula estaba casi
acabada. Se lee en la Unidad Católica del 17 de
noviembre:
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