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-Cuando se trata de hacer el bien y de la
gloria de Dios, no hago más que cumplir con mi
deber.
-Pues bien, añadieron ellos con gran fervor, le
pedimos un favor. Somos dos esposos sin ningún
hijo. Usted, que es tan bueno, ruegue y haga rogar
por nosotros a sus muchachos, a fin de que Dios
tenga piedad de nosotros y nos conceda un
heredero.
Don Bosco les dijo que rogaría y haría rezar a
María Auxiliadora.
-Entonces, tenga la bondad de darnos su
bendición, exclamaron los cónyuges arrodillándose.
Don Bosco los bendijo y ellos continuaron:
-Como ve, nuestra casa está solitaria; si la
Virgen nos concediese un hijo sería para nosotros
la mayor de las alegrías. Si obtenemos esta
gracia, le prometemos hacer una ofrenda generosa
para la iglesia de María Auxiliadora.
-Y yo les prometo, en nombre del Señor, que
serán escuchados. Rueguen y tengan fe y don Bosco
les encomendará todos los días en la santa misa.
Un año después alegraba Dios a aquella familia
con el nacimiento de un hijo; pero no se acordaron
de su promesa. Pasó más de un año del fausto
acontecimiento y el niño crecía perfectamente
sano, cuando don Bosco, necesitando dinero para
pagar a los proveedores de materiales para la
construcción de la iglesia, e importunado por la
insistencia del empresario, se acordó del Marqués.
Fue a él, convencido de que sería bien
recibido. Pero, aquel señor le recibió con estas
palabras:
((**It8.514**)) ->>Qué
desea, Reverendo?
-He venido a pedirle, si quiere cumplir la
promesa que hizo hace unos años...
->>Qué promesa?, respondió el Marqués. >>Quién
es usted?
Don Bosco, sin darse por ofendido, dijo su
nombre y expuso los apuros que pasaba.
-íNo recuerdo haber hecho ninguna promesa!,
añadió el señor.
-íSeñor Marqués!, replicó el Venerable,
recuerde que la promesa no la hizo a don Bosco,
sino a Dios y con El no se juega ni se burla nadie
de su Santísima Madre. Piense lo que hace ahora.
Le saludó cortésmente, y afligido ante aquella
ingratitud, que preveía sería severamente
castigada, se retiró.
Habían pasado pocas horas después de aquel
diálogo, cuando la Marquesa se presentó jadeante a
su marido, diciéndole que el niño había sido
atacado de repente por un grave malestar. Corrióse
en
(**Es8.437**))
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