((**Es8.431**)
íqué médico! Un médico infalible y a buen precio.
Fui llamado a muchos sitios, tuve que hacer muchas
consultas y, con mi remedio, siempre obtuve la
curación. Y tú, querido lector, si quieres
saberlo, es éste: en primer lugar ve a confesarte
para ponerte en gracia de Dios y, si ya lo estás,
procura continuar. En segundo lugar, despierta en
tu corazón la devoción a María Santísima
Inmaculada, honrándola de vez en cuando con
oraciones y jaculatorias, como por ejemplo: María
Auxilio de los Cristianos, ruega por mí, pecador.
En tercero y último lugar ponte al cuello su
medalla, y entonces, si llegare este mal huésped,
poco sería su daño y se renovaría lo que dijo mi
amigo Silvio Péllico, de feliz recuerdo, hablando
del cólera que amenazó a Turín en 1835:
<>
La magnífica columna, que se levanta en la
plaza del santuario de Nuestra Señora de la
Consolación, señala el milagro realizado y la
gratitud de los ciudadanos. Si Dios quisiera
castigar al mundo con este mal, tú estarás bien
defendido.
Con todo esto cree el Hombre de bien haber
cumplido su deber con sus amigos. Estad siempre
alegres y que el Señor os bendiga como, con toda
el alma, os lo desea
El Hombre de bien.
(**Es8.431**))
<Anterior: 8. 430><Siguiente: 8. 432>