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memoria más alterada. Rezaba cada día, me
encomendaba a las oraciones de mis superiores y de
mis compañeros, pero sin ningún resultado. Era el
último día de la novena y yo me sentía peor que
nunca, mis dolores me parecían aumentar, sentía
como si unos clavos penetrasen en mi cerebro. Al
anochecer, oprimido por el dolor, me presenté a
don Bosco, el cual, apenas me vio, me dijo:
>>-Y bien, >>cómo estás? >>Has mejorado?
>>-íNada hasta ahora! Peor que antes: íhe
perdido toda esperanza!
((**It8.499**)) >>-Eres
un chiquillo, >>por qué dudas? Ve a hacer la
acostumbrada oración y vuelve a poner toda tu
confianza en María Santísima y espera.
>>Hice cuanto se me proponía y después fui a
descansar. Mientras endulzaba mis dolores con la
esperanza, sin saber si dormía o estaba despierto,
me pareció que una mano me tomaba y aliviaba toda
mi persona,
>>-Estoy curado, dije enseguida, sintiéndome
lleno de fuerzas;
estoy curado; mi estómago, mi cabeza, ya no
sienten ninguna molestia.
>>Loco de alegría, apenas si pude pegar ojo
aquella noche. Pero mi alegría subió de punto
cuando llegó el día y, abiertos los libros, pude
estudiar las lecciones, hacer los deberes
escolares y entender las explicaciones de mi
maestro. Debo hacer constar que no solamente curé
totalmente de las facultades intelectuales, sino
también de los males corporales, de tal modo que
pude reemprender mis ordinarias ocupaciones, con
la seguridad de poder continuar los estudios y
llegar, si Dios quiere, al estado eclesiástico.
>>Pueden todos comprender fácilmente la alegría
que inundaba mi corazón y me hacía saltar las
lágrimas. Volví al mismo altar para dar gracias a
María Auxiliadora y contaré siempre la gracia que
por su poderosa intercesión recibí.
>>Si alguno de mis compañeros lee este hecho,
no deje de probar el poder de María Auxiliadora,
recurriendo a su intercesión en sus necesidades
particulares>>.1
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