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Ahora bien, cuando se construyó en aquel barrio
la iglesia de Santa Julia, gracias a la marquesa
Julia de Barolo, y por disposición testamentaria
de la misma se abrió un Oratorio junto a la nueva
parroquia, don Bosco vio que esto cubría las
necesidades y cerró el suyo, destinando a los
clérigos y sacerdotes al Oratorio de San José, en
el barrio de San Salvario, donde se sentía mayor
necesidad.
((**It8.492**)) Una vez
ordenadas las cosas del Oratorio para el nuevo año
escolástico, reemprendió sus viajes; el primero
fue a Neive, por invitación de aquel digno
Arcipreste, quien guardó recuerdo de ello.
Neive (Alba),
14 de marzo de 1891.
Rvmo. Señor:
Respondiendo a la invitación, que he leído en
el Boletín Salesiano, tengo el honor de entregar a
V. S. Rvma. la adjunta carta de don Bosco de santa
memoria. En el año 1866, y precisamente los días
veintiuno, veintidós y veintitrés de octubre, tuve
la suerte y la inexplicable alegría de hospedar en
esta casa parroquial al veneradísimo don Bosco,
que vino para predicar la fiesta de la Pureza de
María Santísima.
Fueron tres días de santas emociones y de gran
edificación para mí y para mis coadjutores. No he
pasado días tan hermosos jamás en mi vida y no
encuentro otra palabra para calificarlos más que
la de días de Paraíso. La conversación de don
Bosco, impregnada de áurea sencillez, instruía,
amonestaba, animaba, excitaba al bien. Una noche
nos hizo una doctísima disertación sobre el
magnetismo y nos tuvo a todos pendientes de sus
labios. Otra, nos deleitó con algunas anécdotas,
todavía inéditas, de su vida milagrosa y nos habló
particularmente de aquel famoso perro que le
defendía de sus enojados enemigos.
Era forzoso repetir: <>, como se dijo en casa de los padres
del Cura de Ars, cuando el tránsito de aquel
mendigo extraordinario, que luego se supo era san
Benito José Labre.
Con el mayor afecto tengo el honor de
profesarme.
De V.S. Rvma.
Su
atento y seguro servidor
PEDRO BONINO, Arcipreste Vic. For.
La carta de don Bosco decía:
Carísimo Señor Arcipreste:
Le envío las veinte decenas de boletos que
vuestra caridad me pagó. Le añado otras veinte,
con unos programas, rogándole intente
despacharlos. Tal vez la condesa Cocino y la
Condesa de Castelborgo, personas muy caritativas,
le ayudarán a colocarlos. Los reverendos Chiesa,
Giacosa y su Párroco creo que le echarán una mano.
Pero, si al final de la tómbola, tuviese todavía
muchos ((**It8.493**)) los
puede devolver sin dificultad alguna al Oratorio
de San Francisco de Sales.
Muchísimas gracias por la cortesía y amabilidad
que usted y toda su familia me dispensaron. Dios
se lo pague a todos. Por otra parte, lo que más
profundamente me
(**Es8.420**))
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