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que, como dice el Espíritu Santo, mata más la gula
que la espada. Salen las bocanadas de sangre, los
vómitos en ciertas enfermedades, las anginas,
etc., etc... Pero sobre todo pedidle que os libre
de todo lo que sale y que puede dañar vuestra
alma, o sea: las malas conversaciones, las
blasfemias, las imprecaciones, las calumnias, las
mentiras. De lo que entra, como los alimentos
prohibidos por la Iglesia, intemperancia en el
comer y el beber. Por lo tanto, pedir mañana a san
Blas que os libre de todos los males de la
garganta materiales y espirituales.
5 de febrero
Quiero deciros algo sobre la pregunta de don
Juan Bautista Francesia. Los alumnos de primero y
segundo de retórica, que deseen confesarse
conmigo, vengan una hora antes de que se dé el
aviso para las confesiones. Los más pequeños,
dirán: ->>Es que los de retórica tienen el alma
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mayor que la nuestra para que se les dé
preferencia? Os diré que tienen algún derecho de
precedencia, porque ellos son mis hijos mayores o
también los más antiguos en la casa y, por tanto,
tienen derecho a que se les guarde alguna
consideración.
Tengo, además, algo que deciros en cuanto a los
sacramentos.
Para sacar fruto de la confesión no basta
confesarse a menudo, sino que es necesario
esforzarse para no cometer pecados. Por tanto
deseo que todos se confiesen una vez al mes por lo
menos; pero no más de una vez a la semana, salvo
los casos especiales aconsejados por el confesor,
porque de lo contrario quitáis a los otros la
comodidad de confesarse. Procurad, pues, no
cometer pecados de una confesión a otra y éste
será el mejor fruto que podáis sacar de la
confesión. Comulgad con la mayor frecuencia que
podáis y siempre que el confesor os lo aconseje y
cuando la conciencia no os remuerda de nada.
El que quiera guardar un justo medio en cuanto
a la confesión confiésese cada quince días y yo
estaré satisfecho. Pero procurad todos cometer los
menos pecados posibles.
Don Bosco respondió, pues, con su acostumbrada
prudencia a la petición que públicamente le habían
hecho para que concediese más comodidad para
confesarse a los estudiantes del bachillerato
superior. En efecto, ellos estaban algo molestos
por la multitud de alumnos de las clases
inferiores que a todo correr ocupaban los primeros
puestos ante el confesonario de don Bosco; los
mayores deseaban despacharse sin tanta espera para
volver a sus estudios.
Nótese que, de cuando en cuando, al subir don
Bosco a la tribuna por la noche, le hacían
preguntas sobre la marcha o las necesidades de los
muchachos, unas veces espontáneos interpelantes y
otras quienes habían recibido encargo expreso del
mismo Siervo de Dios.
De este modo se lograba mayor atención, la
palabra alcanzaba más efecto y el que hablaba
tenía más libertad para reprender ciertas faltas o
hacer valer los motivos de ciertas disposiciones
de los Superiores.(**Es8.41**))
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