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((**Es8.409**) A primeros de agosto se presentaban seis de estos muchachos en el Oratorio, donde ya se hallaban cinco de sus compañeros llegados antes. Como don Bosco estaba fuera de la ciudad fueron presentados al prefecto. La fisonomía de algunos reflejaba insolencia, desprecio y prepotencia; además de ser groseros, fogosos y tragones no soportaban la disciplina porque habían campado a sus anchas meses y meses; llevaban la navaja en el bolsillo y eran muy capaces de usarla en una riña. Los Superiores se dieron cuenta de ello, pero no era prudente intentar desarmarlos en el primer momento; estaban siempre unidos en corro y hubieran ofrecido resistencia. Los muchachos del Oratorio se mantenían separados de ellos, porque temían armar altercados. Efectivamente, al poco tiempo, uno de ellos hirió al jefe de zapatería, Musso. Al día siguiente, después de comer, estaba don Bosco bajo los pórticos cuando le presentaron a estos muchachos, que ni siquiera se quitaron la gorra. Con una amable sonrisa intentó acariciarles el Venerable y les preguntó: ->>Hicisteis buen viaje? >>Cómo estáis? -Mal. ->>Y por qué estáis mal? -Porque estamos aquí de mala gana. Queremos volver a casa. ->>Y por qué estáis de mala gana? -Porque aquí no hay comida. La comida que nos dan es para... -íHola! >>Este es el modo de responder? La sopa que coméis es la misma que comen vuestros compañeros, ((**It8.479**)) la que comen con gusto los que vinieron de Ancona antes que vosotros, la que comen vuestros superiores y la misma que como yo. -Si quiere usted comerla, es muy dueño de hacerlo. ->>Sabéis con quién habláis? -íA mí que me importa! -Bueno, bueno; así no podemos conversar. Y don Bosco, siempre con cara serena, se volvió de la otra parte para entretenerse con los muchachos que en gran número le habían rodeado y habían sido testigos del extraño diálogo. Bufaban de rabia y alguno quería llegarse a ellos y pedirles razón del insulto, pero alguien con prudencia le sugirió al oído: -Llevan navaja, son capaces de usarla. Ciertamente una reacción con luchas podría tener desagradables consecuencias. Aquellos pobrecitos, después de su última respuesta, alzaron vulgarmente los hombros, miraron provocativamente a su alrededor, y en grupo se retiraron a un rincón del patio. (**Es8.409**))
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