((**Es8.404**)
->>Y qué dirá vuestro tío, el padre Tomatis?
-Que diga lo que quiera; yo no me muevo de
aquí.
-Si es así, haced como queráis, terminó
diciendo el padre Porcheddu.
Y se marchó.
Así, pues, por la tarde del 23 de septiembre,
Tomatis vistió la sotana. Desde aquel momento
desapareció toda duda sobre su vocación, pese a
ciertas contrariedades y disgustos que encontró.
Es salesiano, sacerdote y misionero en América
hace treinta y siete años.
Y resulta admirable ver confirmada en él la
predicción de una larga vida. Se ha visto libre
muchas veces de peligros mortales. Nadaba, una
vez, en el golfo de Varazze y estaba solo; una
corriente le arrastró a alta mar. Lejos de la
playa, cansado, sintiendo que le faltaban las
fuerzas, casi ahogándose, invocó a María
Auxiliadora y se encontró en posición vertical;
sus pies tropezaron con la única punta de un
escollo cubierto por las aguas, que se encuentra
en un amplio trozo de mar. Así pudo descansar,
cobrar aliento y volver a la playa. Otra vez, en
Chile, debía cruzar un río hinchado por las
abundantes lluvias; tres gauchos le avisaron que
no intentase atravesarlo, porque ciertamente sería
arrollado por las aguas con riesgo de perecer,
pero él, confiando en la palabra de don Bosco, lo
pasó y llegó incólume a la otra orilla.
Fue nuestro mismo querido hermano quien nos
contó esta narración ((**It8.472**)) y es
una prueba más del don que poseía don Bosco de
conocer las vocaciones.
Con las mismas luces juzgaba el Venerable sobre
los que no eran llamados a la vida sacerdotal o
religiosa.
Don Francisco Dalmazzo testificó:
<>.
Don Pedro Gallo, salesiano, nos contó que
durante el invierno de 1866, siendo él todavía un
muchacho, estaba un día en el patio con
(**Es8.404**))
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