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que eran otros tantos testigos oyentes de estas
predicciones, aunque no todos por desgracia,
estaban dispuestos a prestarles fe. Había entre
los adultos, llegados últimamente, algunos
contrarios, sembradores de cizaña, espíritus
malignos, los cuales buscaban desacreditar las
palabras del Superior.
No es, por tanto, el caso ni siquiera de soñar
que don Bosco pudiese impunemente sorprender las
fantasías juveniles y, dado el caso de que no se
verificase el pronóstico, buscar medias tintas
para hacer creer lo que no era. Se trataba de
predicciones precisas, acompañadas de
circunstancias que señalaban el lugar, la persona
o el tiempo.
Muchos jóvenes escribían lo que don Bosco había
dicho aquella misma noche o al día siguiente por
la mañana. Confrontaban sus escritos, los hacían
tema de sus conversaciones, conjeturaban,
intentaban adivinar, observaban y no cesaban de
estar alerta hasta que el vaticinio se cumplía.
íEran jueces que querían llegar al fondo de la
cuestión!
De todas las predicciones que don Bosco hizo,
solamente hay dos o tres de las que no podemos
afirmar que se hayan cumplido; quizá porque
estaban ((**It8.32**))
condicionadas, quizá porque no se pudo tener
noticia de su cumplimiento. De todas las demás,
maravillosamente comprobadas, y son centenares,
pueden dar fe cuantos estuvieron en el Oratorio.
El dos de febrero, por la noche, dio don Bosco
la siguiente charla:
Mañana es la fiesta de san Blas, obispo de
Sebaste, en Armenia, martirizado en tiempos del
emperador Licinio el año 315; y tiene lugar la
hermosa ceremonia de la bendición de la garganta.
>>Sabéis por qué se instituyó este rito y por qué
fue declarado san Blas patrono de los enfermos de
la garganta? Escuchad.
Una mujer tenía un hijo a quien quería mucho.
Una vez, comía éste pescado y se le atravesó una
espina en la garganta. Los médicos que acudieron
para curarle dijeron que no podían hacer nada para
extraerle la espina y que pronto moriría. La
desolada madre estaba sentada en casa con su hijo
moribundo sobre las rodillas. No podía hallar
consuelo a su dolor, mientras contemplaba al niño
que, en medio de los más atroces dolores, se
acercaba a la muerte. De improviso oyó una voz que
le decía:
-Levántate, toma a tu hijo: el mártir Blas es
conducido al martirio, ruégale que lo bendiga y tu
hijo sanará.
Corrió la madre; el mártir enternecido por sus
lágrimas hizo una breve oración, bendijo al
chiquito en el nombre de Jesús, la espina saltó
por sí sola de su garganta y el niño quedó salvo.
Vayamos, pues, a recibir la bendición de la
garganta por los méritos de este Santo, a fin de
que el Señor nos preserve de lo que puede dañarla
entrando o saliendo de la misma. Entran los
alimentos que pueden ser nocivos y ocasión de
indigestión, los venenos que uno pudiera ingerir
con mala idea o sin darse cuenta, etc., etc...,
ya(**Es8.40**))
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