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los conventos y monasterios!>> Estos se
encontraban en lugares a propósito y los rebeldes
habían entrado en ellos por la violencia. Pero los
sacerdotes, frailes y monjas quedaron a merced de
la soldadesca, irritada por los sangrientos
combates que había tenido que sostener. Se
admitían las denuncias de delitos inventados por
viles amaños de policía.
El octogenario monseñor Naselli, arzobispo de
Palermo, que no había salido del arzobispado,
ocupado por las tropas, fue insultado por Cadorna
con una carta llena de injustas acusaciones.
((**It8.463**)) Y su
coetáneo monseñor de Acquisto, arzobispo de
Monreale, aunque enfermo, fue sacado de la cama y
puesto en prisión.
Y sin embargo, el clero había hecho todo lo
posible por atenuar el mal; el comendador Torelli,
gobernador de la ciudad, en su relación
pormenorizada de los sucesos al Gobierno, habló
por extenso de los muchos soldados salvados por
los Benedictinos y otros religiosos.
Sin embargo, Cadorna se apresuró a apoderarse
de todos los conventos de Sicilia, a echar fuera a
sus moradores y confiscar sus bienes.
Prohibió a los religiosos dispersos vestir el
hábito de su orden y mandó que en el término de
diez días se reintegraran a su municipio de origen
o a su propia familia. Varios centenares de
religiosos, sin cargo legal ni proceso, fueron
deportados a domicilio forzoso, unos a Cerdeña y
otros a diversas ciudades de Liguria, Piamonte y
Lombardía, con la asignación de unos céntimos al
día, sin atención a la edad, la enfermedad, ni a
la dureza del clima fatal para los sicilianos.
Las monjas que no pudieron o no quisieron
refugiarse con sus familias, fueron expulsadas de
sus monasterios y amontonadas en los conventos más
míseros, sin tener en cuenta la diferencia de
institutos y sin compasión por sus angustias.
Bastaba ser cura, fraile o monja para estar fuera
de la ley, a pesar de que un decreto real había
abolido las medidas extraordinarias publicadas
para Sicilia. Y todo esto, mientras la Gaceta
Oficial del 18 de agosto había publicado un
decreto real de amnistía que devolvía a plena
gracia y plena posesión de los derechos civiles a
todos los que, denunciados o condenados, habían
tomado parte en las conspiraciones mazzinianas o
garibaldinas contra la autoridad real o la
monarquía de la Casa de Saboya, entre los que se
encontraba José Mazzini.
Mientras tanto aparecía el cólera, primero en
Palermo, donde eran centenares los atacados cada
día, extendiéndose después a Adernó, Catania,
Mesina, Trapani y ((**It8.464**)) otros
lugares a los que llegaban
(**Es8.397**))
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