((**Es8.394**)((**It8.459**)) Desde
primeros del año se había corrido la voz de que
los que ayudasen a la construcción de la iglesia
de María Auxiliadora estarían a salvo del cólera.
Desde Florencia escribían a don Bosco:
Muy Reverendo Señor:
Perdone mi atrevimiento al escribirle, pero es
que me encuentro muy inquieta con la duda de haber
entendido mal sus palabras.
Hablando del dar poco o mucho para la
construcción de su nueva iglesia, oí a algunas
señoras tener por cierto que usted había dicho y
asegurado que podía afirmar con pleno conocimiento
que ciertamente no moriría de cólera quien diese
un solo céntimo para esta obra.
Así me pareció entender. Oí, por otra parte, a
varios sacerdotes, muy apreciables y muy conocidos
suyos, negar que usted haya dicho o podido decir
semejante cosa: es más, añadían que usted les
había dicho que esto no eran más que palabras
interpretadas por mentes exaltadas, pero no
proferidas por usted.
Por tanto, le rogaría cordialmente me
escribiese lo antes posible, si usted entiende
verdaderamente dar esa seguridad o si se trata de
un mal entendido por nuestra parte. Tanto más que
no quisiera causar ningún perjuicio a la obra,
esparciendo tales promesas...
Florencia, 7 de enero de 1866
EUFROSINA COVONI
No creemos a este propósito que las referidas
palabras de don Bosco, si en verdad las dijo como
quedan expuestas, debieron ser mal interpretadas
por aquellos sacerdotes. Para juzgarlas habría que
conocer las circunstancias en que las pronunciara,
qué extensión dieron aquellas señoras a su promesa
y, además, si, en su entusiasmo, no atribuyeron a
las virtudes del Siervo de Dios aquella
preservación tan extraordinaria de la peste. Tanto
más que don Bosco, sin dar importancia a cuanto
decía u obraba de maravilloso, buscaba, como ya
hemos dicho en otras ocasiones, esconder siempre
su persona, y hasta las bendiciones que curaban a
los enfermos, solía acompañarlas de tal
jovialidad, imitando a san Felipe Neri, que muy
pocos se daban cuenta de ellas.
No tenemos la respuesta que haya podido dar a
la señora Covoni ((**It8.460**)), pero
que su esperanza no era ninguna ilusión lo
confirman las siguientes líneas de una carta,
escrita al Venerable, desde Florencia, el 13 de
septiembre de 1866, por la marquesa Isabel Gerini.
<(**Es8.394**))
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