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de un tiempo a esta parte estos casos se repiten
con dolorosa frecuencia, tanto entre los que están
en el Seminario como entre los que están en este
Oratorio. Puede que ello sea debido a los tiempos,
a las circunstancias políticas, a las pocas
esperanzas de bienestar del sacerdote; puede que
se deba a los libros, a los periódicos que
fácilmente caen en sus manos, pero el hecho es que
el abandono de la sotana es demasiado frecuente,
como usted mismo sabe.
Entre los clérigos de esta casa, aunque de
algún tiempo a esta parte se hayan aumentado los
medios de asistencia, instrucción y predicación,
vemos, sin embargo, estas vueltas a la vida
secular.
Con el fin de remediar este mal, y movido
únicamente por el deseo de la mayor gloria de
Dios, me atrevo a hacer a V. S. Rvma. la humilde
súplica de que los clérigos del Oratorio puedan
hacer el curso escolástico en esta casa, del modo
siguiente:
1.° Los estudios se harían de acuerdo con el
programa, materias y tratados del Seminario
Arzobispal y los alumnos se examinarían juntamente
con los otros seminaristas de la diócesis en la
fecha establecida por los Superiores.
2.° Si, después de un año de prueba, no se
obtuvieren resultados satisfactorios en el estudio
y en la piedad, volverían a las clases del
Seminario, según su superior parecer.
Yo creo que, con estas normas, podría alejar a
estos clérigos de ciertos peligros, especialmente
de la contemplación de muchos carteles y
fotografías lascivas; de las voces de los
periódicos, de las burlas y ((**It8.456**)) de los
insultos por calles y plazas, de los que ya fueron
blanco muchas veces, especialmente los más bajos
de estatura, al ir y al volver de sus clases.
Crea, señor Vicario, que estas cosas han
producido en algunos verdaderos enfriamientos en
la piedad, y en otros la deliberación de abandonar
un estado de vida que les somete a tan frecuentes
y duras pruebas.
Mientras estos clérigos disfrutarían, en cierto
modo, de las mismas facilidades que gozan los del
colegio de Lanzo y creo que también los del
Seminario de Giaveno, serían de gran ventaja para
nuestros muchachos, que de este modo podrían estar
normalmente asistidos, gracias a un horario en el
que las clases de unos coincidan con las de los
otros.
En papel a parte, que uno a la presente, verá
el personal que propongo, y que modificaría a su
gusto, siempre que esta humilde petición fuese
aceptada.
He expuesto simplemente mi parecer; ahora lo
someto a cuanto su iluminado saber delibere.
Rogamos diariamente a Dios Nuestro Señor por su
preciosa salud, para que pueda durante mucho
tiempo promover el mayor bien de la Religión, y
mientras nos encomendamos unánimemente a la
caridad de sus santas oraciones, cábeme el honor
de poderme profesar, en nombre de todos los
sacerdotes y clérigos de esta casa
De V. S. Ilma. Rvma.
Turín, 27 de agosto de 1866.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
La carta llevaba la siguiente posdata
autógrafa:
P.S.-La presente carta ha sido escrita al
dictado por otra mano, para que resulte menos
incómoda su lectura.
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