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de las religiosas del Santísimo Sacramento y con
ellas murió el año 1889, en Vigevano. Monseñor De
Gaudenzi, obispo de Vigevano, su confesor, aseguró
a la madre que Adelaida era verdaderamente una
santa, que había muerto de consunción por amor de
Dios y que deseaba ardientemente ir al Paraíso. La
madre que ayer mismo, 3 de marzo de 1891, me contó
este hecho, añadió que lo mismo le dijo el que fue
confesor de Adelaida cuando ésta estuvo por algún
tiempo en Vicenza.>>
Seguramente hablaría don Bosco con el profesor
Bacchialoni acerca de una innovación que resultaba
indispensable en el Oratorio, dada la confianza
que con él tenía. Solía Bacchialoni prestarse para
asistir a los exámenes finales del Oratorio y de
los colegios de Mirabello y Lanzo.
El Siervo de Dios, que quería remediar algunos
inconvenientes en la formación de sus clérigos,
había pensado organizar para ello las clases en el
Oratorio de Valdocco. En efecto, a fines de
agosto, había presentado esta proposición al
Vicario Capitular, monseñor José Zappata:
Reverendísimo señor Vicario General:
Las amonestaciones al Clero que tan sabiamente
puso V. S. Rvma. como preámbulo al calendario del
corriente año, fueron para mí objeto de muchas
reflexiones y serias consideraciones;
particularmente las patéticas expresiones con que
se lamenta de la disminución de vocaciones para el
estado eclesiástico. Aunque, en mi poquedad, deba
yo limitarme a la buena voluntad, deseo, sin
embargo, ardientemente unir mis débiles esfuerzos
a fin de que la voz del Superior surta su efecto,
por cuanto a mí toca.
Recomendó usted encarecidamente que se hiciese
lo posible para educar ((**It8.455**)) y
cultivar en la piedad a la juventud estudiantil y
así suplir las vacantes gravemente sentidas por la
muerte de los sacerdotes que cada año llama Dios
al eterno descanso.
Para corresponder a esta exhortación hemos
determinado que, sin publicarlo, los alumnos de
esta casa y del colegio de Lanzo fuesen cultivados
con solicitud especial en la piedad y en el
espíritu eclesiástico. Más aún, se ha establecido
que, por regla ordinaria, no se admita en adelante
para estudiar en el Oratorio de San Francisco de
Sales a ningún muchacho que no tenga intención de
abrazar el estado eclesiástico, dejando después a
cada uno en plena libertad para elegir su
vocación, al término de los cursos del
bachillerato.
Por término medio, los jóvenes que piden seguir
los estudios eclesiásticos son de cincuenta a
cincuenta y cinco cada año; y de veinticinco a
treinta de éstos pertenecen y quieren ser
agregados a la diócesis de Turín. Tengo fundada
esperanza de que, en los años venideros, pueda
aumentar sensiblemente este número.
Por lo que respecta a los que ya vistieron la
sotana, se advierte un mal, que deseo
ardientemente por mi parte corregir del mejor modo
posible. Este mal es la frecuente vuelta de los
clérigos al estado laical. En los años pasados fue
rarísimo el caso de jóvenes procedentes de esta
casa que abandonasen el hábito eclesiástico; pero,
desgraciadamente,
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