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((**Es8.39**) es difícil ponerse al corriente en pocas semanas. Con todo, anímense éstos, pues no serán abandonados en situación tan apurada. Los profesores os ayudarán a superar las dificultades que encontréis para prepararos al examen, repasándoos, si es preciso, las lecciones dadas. Mientras tanto os pido una cosa. También los clérigos tienen que examinarse, dentro de unos días, y me importa mucho que hagan un buen papel; procurad, por tanto, evitarles cualquier molestia innecesaria para que también ellos puedan prepararse bien. Por su parte los clérigos, si tuvieren alguna incumbencia demasiado pesada que les impida estudiar en estos días, díganmelo y yo procuraré darles toda suerte de facilidades para que puedan estudiar. Aún tengo más que deciros. Hace algún tiempo que se da por Turín cierto género de muerte que nos avisa para que estemos bien preparados. El padre de uno de los muchachos del Oratorio (Ruffino) fue la otra noche a dormir como de costumbre. Le llamaron por la mañana para atender a sus ocupaciones y le encontraron muerto. Un jovencito de una distinguida familia ayer se retiró para acostarse. Esperó el sirviente a que estuviese en la cama y se acercó para preguntarle si necesitaba algo. El señorito no responde; el camarero le llama, le sacude. íEstaba muerto! En una farmacia próxima al Palacio Municipal se presentó un mozo de café buscando un médico para atender a un señor que se sintió mal mientras jugaba a las cartas. Corre el médico, pone su mano sobre el corazón, pero ya estaba muerto. íDel juego a la eternidad! Mis queridos amigos, aún he de daros otra noticia. Un muchacho del Oratorio ha de morir, quizás antes del ejercicio de la buena muerte de este mes; y ciertamente, si llega a hacerlo, será éste el mayor tiempo de que podrá disponer. Espero que se halle bien preparado. Al bajar don Bosco del estrado dijo al oído de quien escribe estas memorias, una sola palabra: -<>. ((**It8.31**)) Era un secreto y un encargo que nos confiaba; y nosotros repetiremos aquí lo que ya en otra ocasión hemos afirmado. Estas predicciones ayudaban mucho a los jóvenes, a quienes Dios llamaba a la otra vida, porque don Bosco los trataba con gran cuidado; confiaba el secreto a algún compañero prudente y le encargaba que hiciese de ángel custodio del que iba a morir. Dicho compañero procuraba hacérselo amigo en el juego, vigilaba de cerca sus amistades, le invitaba con frecuencia a la confesión y comunión, le acompañaba a visitar al Santísimo Sacramento y le sugería los consejos que le parecían más oportunos. Todo con la mayor naturalidad, sin insistir, sin descubrir el secreto ni dar lugar a sospecharlo. Todavía están en el Oratorio algunos que tuvieron tan delicada misión. Es de advertir que, cuando don Bosco hablaba, le escuchaban, en diversas ocasiones, más de quinientos, setecientos y ochocientos,(**Es8.39**))
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