((**Es8.385**)
A propósito de dicho clérigo, don Juan Bonetti
había escrito unas líneas en su Crónica: <>.
Poco más tarde salía también, pero de forma
correcta, otro clérigo del Oratorio, para ir al
Seminario diocesano de Ivrea.
Este, al presentarse a don Bosco para
despedirse, vio que el Siervo de Dios estaba
disgustado y oyó que le dijo:
-Vas a un lugar santo; yo no puedo decirte que
haces mal y, menos aún, impedírtelo. Pero tú no
eres para vivir en el mundo.
Desgraciadamente se cumplió. Estuvo en el
Seminario tres años y hasta recibió las órdenes
menores; pero después, no sintiéndose con fuerzas,
o no creyéndose llamado a la carrera sacerdotal,
salió de él a disgusto de los Superiores, que le
animaban a continuar.
((**It8.449**)) Dejó la
sotana, estudió medicina, se doctoró y ejerció con
éxito la carrera durante diecisiete o dieciocho
años. Pero no le gustaba el ejercicio de esta
profesión y, aunque gozaba de buenos honorarios,
contrajo deudas, y en los dos últimos años le
acometió tal melancolía y manía persecutoria, que
fue recluido en una casa de salud, donde murió de
pena a los pocos meses. Y, lo que es peor, se
había desviado algo de la fe y de la piedad
católica. No obstante, siempre se mostró
religioso, bueno y recto, y en los últimos días,
volvió sobre sí mismo, se arrepintió y pidió
espontáneamente un confesor para ajustar con Dios
las cosas de su alma; murió después de haber
recibido los auxilios de la Religión, que tanto
había amado en el Oratorio y en el Seminario y
cuyos mandamientos había observado de modo
ejemplar.
Después de los ejercicios curaba don Bosco a un
enfermo y daba otra prueba de que leía en las
conciencias.
Escribe don Santiago Bertolotto: <(**Es8.385**))
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