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((**Es8.384**) grandes gastos para mantenerlos, dado que su generosidad no le permitía nunca hacer las cosas a medias. Los dos hubieran llegado a ser valiosos profesores para sus muchachos, pero de nada le sirvieron las dos licenciaturas. Sobre uno de ellos escribía, entre otras cosas, a la condesa Callori Sambuy, que había ido a los baños de Courmayeur. Benemérita Señora Condesa: Persuadido de que mientras se halla en esas frescas regiones, le quede algún rato para leer, voy a escribir una carta un poco más larga. A su debido tiempo llevé a su portero la cantidad convenida. Hubo solamente un pequeño contratiempo y es que el señor Conde, como me había escrito, vino al Oratorio para retirarla y no me encontró en casa; su carta la recibí en Lanzo, pero el asunto de la misma ya estaba cumplido con anterioridad, así que fue a retirar el dinero de manos del indicado portero. María Auxiliadora, estamos de acuerdo, tendrá muy en cuenta las mil liras que remitió para el púlpito de la nueva iglesia. Creo que obtendrá como recompensa en el paraíso un trono tan espacioso, que en él cabrán cómodamente usted con toda su familia y quizá con algún amigo. Fiat, fiat (Así sea). >>Y el famoso libro? Está empezado, pero hay que ir despacio. Creía yo que el trabajo era perfecto, pero, sometido después a riguroso examen, resulta que aún hay mucho que hacer. Sin embargo le haremos caminar, puesto que es el único trabajo que tengo entre manos. Otra noticia algo extraña, pero quizá no inesperada. El clérigo L... ya no está en el Oratorio. El pobrecito se dejó dominar por algunas ilusiones de su fantasía; alentado por diversas promesas de ayuda se quiso marchar. Tuve con él demasiadas atenciones. Espero, sin embargo, que continúe la carrera eclesiástica. Me duele de veras, porque él pone de por medio a V. S. diciendo que la condesa Callori le había dicho que se equivocaba al ingresar en la Sociedad de San Francisco de Sales y que, apenas saliera del Oratorio, usted le concedería enseguida el patrimonio ((**It8.448**)) eclesiástico, etc. Pienso que todo eso no son más que imaginaciones suyas, pero creo oportuno que esté usted informada para su norma. Mientras me encomiendo, juntamente con mis muchachos, a la caridad de sus santas oraciones, le deseo toda suerte de bendiciones del cielo a usted, al señor César y a toda la familia, mientras con sentida gratitud me profeso, De V.S. Turín, 10 de agosto de 1866. Su seguro servidor JUAN BOSCO, Pbro. P.S.-Mientras sellaba la presente, recibo su amable carta, por lo cual debo cambiar la dirección (Casale Monferrato). El clérigo L... se marchó, según me dijo, porque ya no podía conformarse con mi régimen de comida. Espero un aviso posterior para el sacerdote. En Vignale hablaremos de lo demás. Pero, ánimo, no olvide nunca que las píldoras más amargas son las mejores para la salud. (**Es8.384**))
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