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grandes gastos para mantenerlos, dado que su
generosidad no le permitía nunca hacer las cosas a
medias. Los dos hubieran llegado a ser valiosos
profesores para sus muchachos, pero de nada le
sirvieron las dos licenciaturas.
Sobre uno de ellos escribía, entre otras cosas,
a la condesa Callori Sambuy, que había ido a los
baños de Courmayeur.
Benemérita Señora Condesa:
Persuadido de que mientras se halla en esas
frescas regiones, le quede algún rato para leer,
voy a escribir una carta un poco más larga.
A su debido tiempo llevé a su portero la
cantidad convenida. Hubo solamente un pequeño
contratiempo y es que el señor Conde, como me
había escrito, vino al Oratorio para retirarla y
no me encontró en casa; su carta la recibí en
Lanzo, pero el asunto de la misma ya estaba
cumplido con anterioridad, así que fue a retirar
el dinero de manos del indicado portero.
María Auxiliadora, estamos de acuerdo, tendrá
muy en cuenta las mil liras que remitió para el
púlpito de la nueva iglesia. Creo que obtendrá
como recompensa en el paraíso un trono tan
espacioso, que en él cabrán cómodamente usted con
toda su familia y quizá con algún amigo. Fiat,
fiat (Así sea).
>>Y el famoso libro? Está empezado, pero hay
que ir despacio. Creía yo que el trabajo era
perfecto, pero, sometido después a riguroso
examen, resulta que aún hay mucho que hacer. Sin
embargo le haremos caminar, puesto que es el único
trabajo que tengo entre manos.
Otra noticia algo extraña, pero quizá no
inesperada. El clérigo L... ya no está en el
Oratorio. El pobrecito se dejó dominar por algunas
ilusiones de su fantasía; alentado por diversas
promesas de ayuda se quiso marchar. Tuve con él
demasiadas atenciones. Espero, sin embargo, que
continúe la carrera eclesiástica. Me duele de
veras, porque él pone de por medio a V. S.
diciendo que la condesa Callori le había dicho que
se equivocaba al ingresar en la Sociedad de San
Francisco de Sales y que, apenas saliera del
Oratorio, usted le concedería enseguida el
patrimonio ((**It8.448**))
eclesiástico, etc. Pienso que todo eso no son más
que imaginaciones suyas, pero creo oportuno que
esté usted informada para su norma.
Mientras me encomiendo, juntamente con mis
muchachos, a la caridad de sus santas oraciones,
le deseo toda suerte de bendiciones del cielo a
usted, al señor César y a toda la familia,
mientras con sentida gratitud me profeso,
De V.S.
Turín, 10 de agosto de 1866.
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
P.S.-Mientras sellaba la presente, recibo su
amable carta, por lo cual debo cambiar la
dirección (Casale Monferrato).
El clérigo L... se marchó, según me dijo,
porque ya no podía conformarse con mi régimen de
comida.
Espero un aviso posterior para el sacerdote. En
Vignale hablaremos de lo demás.
Pero, ánimo, no olvide nunca que las píldoras
más amargas son las mejores para la salud.
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