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de ejercicios se convirtieron en seis y ocho;
acompañados de ese silencio y esa seriedad, aun en
los recreos, que, al multiplicarse el número de
los ejercitantes, resultan indispensables para
sacar plenamente el fruto que el alma necesita,
para revestirse de esa armadura de fe, que presta
valor y defiende de los asaltos del enemigo.
Pero, a decir verdad, no era necesaria la
maduración de este fruto y ya estaban revestidos
de esta armadura, antes de que la práctica de
estos ejercicios se organizara regularmente. De
acuerdo con el sistema educativo de don Bosco, las
verdades eternas estaban continuamente ante los
ojos de los alumnos del Oratorio, que todos los
meses practicaban ((**It8.444**)) el
ejercicio de la buena muerte. Sin olvidar las
pláticas de la noche del Siervo de Dios. Predicaba
todos los domingos con tanta unción y naturalidad,
que sus sermones, aunque largos, siempre parecían
cortos. Oímos decir a hermanos y a alumnos que se
hubieran pasado contentos todo el día en la
iglesia escuchándole. Cuando hablaba de la muerte,
del juicio particular, de la ingratitud de los
hombres con el Señor, o de los aplazamientos para
entregarse a Dios, lloraba y hacía llorar a los
demás; en algunas ocasiones llegó a tal extremo su
emoción que hubo de cortar el discurso, impedido
por los sollozos. Por eso, precisamente, todos
querían confesarse con él.
Don Bosco tenía esa misma santa unción hasta al
hablar en sus conversaciones familiares, y
especialmente cuando, de la mañana a la noche,
daba avisos a sus discípulos, recordándoles el
paraíso a cada paso.
Atestiguaba don Miguel Rúa: <>Cuando se le presentaba una dificultad que
había que superar o una situación que resultaba
antipática, decía: -Esto no existe en el Paraíso.
>>Si se recordaban las vacaciones otoñales,
respondía: -Nosotros haremos las vacaciones en el
Paraíso.
>>Cuando volvía cansado de la ciudad, adonde
había ido a limosnear, invitábale el secretario a
descansar un rato antes de sentarse al escritorio
o de ir a confesar, y él replicaba: -Descansaré en
el Paraíso.
>>Tras una larga discusión concluía: -En el
Paraíso no habrá ninguna disputa. Todos pensaremos
igual.
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