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una tregua, corría peligro de ver caer sobre sí el
ejército ya victorioso en Custoza y gran parte del
vencido en Sadowa, ansioso de tomarse una
revancha, esto es, trescientos veinte mil
soldados. Por eso se vio obligada el 24 de julio,
según el autorizado consejo de Napoleón, ((**It8.438**)) a
firmar un armisticio de ocho días con Austria. En
consecuencia, el 27 de julio se detuvieron el
general Medici en Pergine, a sólo ocho kilómetros
de Trento; Garibaldi, cuya vanguardia tocaba ya a
Riva sobre el Garda, objetivo de la expedición;
Cialdini, que estaba a orilla del Isonzo, a punto
de dirigirse a la invasión de Trieste.
Las gestiones para los preliminares de la paz
duraron hasta el 10 de agosto, puesto que Austria
rechazaba, como caducado y rescindido, el uti
possidetis militar. Exigía la retirada de las
tropas italianas hasta la parte derecha del
Tagliamento y la desocupación completa de todo el
Tirol. Italia tuvo que consentir por necesidad.
Entre el tumulto de tantas conmociones e
intereses políticos, seguía don Bosco escribiendo
cartas y enviando propaganda de las Lecturas
Católicas, desde la quietud de su habitación.
Entendía él que la difusión de estas Lecturas era
una de las primeras obras y de sus más importantes
obligaciones. Se trataba de salvar millares de
almas, descubriendo las perfidias de los herejes,
o arrancando de sus manos los libros corruptores
de costumbres.
Presentamos una carta suya, escrita a don
Rafael Cianetti de Lucca, porque algunos de sus
consejos pueden animar a los sacerdotes tímidos en
el ejercicio del sagrado ministerio.
Muy apreciado don Rafael:
A su debido tiempo recibí la ropa enviada por
la Caturegli que se entregó, para uso de su propio
hijo.
No dé importancia a su temor de confesar.
Difícilmente un penitente sabe más que usted. Por
otra parte, hemos de juzgar nuestra idoneidad por
los exámenes y por la voluntad de los Superiores.
Además, en el trabajo por la salvación de las
almas, una onza de piedad vale tanto como cien
miriagramos de ciencia. Por tanto, anímese y
confiese sin temor mientras su salud se lo
permita.
He hecho y hago hacer en comunidad lo que ha
pedido; más aún, seguiremos recomendándole al
Señor en nuestras pobres oraciones.
Cuando se regularicen los viajes por el
ferrocarril, espero hacer una excursión a Lucca y
hablaremos sobre el particular.
Presente mis humildes saludos a Monseñor, al
reverendo Bertini ((**It8.439**)) a la
marquesa Burlamacchi y familia y procure aumentar
en diez mil los suscriptores de las Lecturas
Católicas.
(**Es8.376**))
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