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al puerto mal abandonado. Para colmo del desastre
el acorazado Affondatore se hundía después en el
mismo puerto al choque violento de las olas.
A las primeras voces de derrota, don Bosco que
tenía amigos en la armada naval, ansioso de saber
noticias, se fue en coche con don Celestino
Durando al Gobierno Civil. Don Bosco no se apeó
del coche y don Celestino subió al despacho del
conde Radicati. En el mismo momento en que éste le
decía que aún no había recibido noticias
oficiales, llegaba un telegrama del Ministerio. Lo
abrió y leyó la famosa frase:
-íNos hemos quedado dueños de las aguas!
El Conde elevó los ojos al cielo, llevóse las
manos a la cabeza y exclamó:
-Esto quiere decir una derrota. Es un
sangriento eufemismo para anunciar un terrible
desastre.
Y, sin cubrirse la cabeza, bajó para dar a leer
a don Bosco el telegrama. Fa… di Bruno, su cuñado,
era el capitán del Palestro. El Siervo de Dios fue
a casa de la condesa Radicati para consolarla por
la pérdida del hermano.
Después de cumplir aquel deber de caridad y
gratitud cristianas, se marchó a Lanzo para pasar
unos días en San Ignacio, presidir la distribución
de premios en el Colegio y visitar a un enfermo,
padre del clérigo Juan Bautista Verlucca, más
tarde profesor del Seminario y canónigo
penitenciario en la catedral metropolitana de
Turín, el cual le había escrito pidiendo consejo
sobre si debía hacer sus estudios en el colegio o
en el Seminario.
Don Bosco le respondió:
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Carísimo Verlucca:
Con gusto uniré mis pobres oraciones a las de
los alumnos de esta casa en favor de tu padre;
quiero también dirigir una palabra especial a
Domingo Savio. Desde ahora hasta la fiesta de la
Asunción de María a los Cielos, reza cada día tres
padrenuestros, avemarías y glorias a Jesús
Sacramentado en honor de Domingo Savio de quien él
era muy devoto. Cuando vaya a Lanzo creo que le
podré visitar.
En cuanto al lugar donde hacer tus estudios,
hay tiempo para pensarlo y deliberar. Tú solamente
procura elegir el lugar que será para mayor gloria
de Dios y bien de tu alma. Unicamente te diré que
los grandes sacrificios de la juventud parecen
punzantes espinas, pero éstas se cambiarán en
perfumadas rosas en la eternidad. Espero que nos
podremos ver pronto.
Dios te bendiga a ti y tus trabajos. Ruega por
mí que de corazón soy todo tuyo
Turín, 18 de julio de 1866.
Afectísimo en el Señor
JUAN BOSCO, Pbro.
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