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((**Es8.373**) al puerto mal abandonado. Para colmo del desastre el acorazado Affondatore se hundía después en el mismo puerto al choque violento de las olas. A las primeras voces de derrota, don Bosco que tenía amigos en la armada naval, ansioso de saber noticias, se fue en coche con don Celestino Durando al Gobierno Civil. Don Bosco no se apeó del coche y don Celestino subió al despacho del conde Radicati. En el mismo momento en que éste le decía que aún no había recibido noticias oficiales, llegaba un telegrama del Ministerio. Lo abrió y leyó la famosa frase: -íNos hemos quedado dueños de las aguas! El Conde elevó los ojos al cielo, llevóse las manos a la cabeza y exclamó: -Esto quiere decir una derrota. Es un sangriento eufemismo para anunciar un terrible desastre. Y, sin cubrirse la cabeza, bajó para dar a leer a don Bosco el telegrama. Fa… di Bruno, su cuñado, era el capitán del Palestro. El Siervo de Dios fue a casa de la condesa Radicati para consolarla por la pérdida del hermano. Después de cumplir aquel deber de caridad y gratitud cristianas, se marchó a Lanzo para pasar unos días en San Ignacio, presidir la distribución de premios en el Colegio y visitar a un enfermo, padre del clérigo Juan Bautista Verlucca, más tarde profesor del Seminario y canónigo penitenciario en la catedral metropolitana de Turín, el cual le había escrito pidiendo consejo sobre si debía hacer sus estudios en el colegio o en el Seminario. Don Bosco le respondió: ((**It8.435**)) Carísimo Verlucca: Con gusto uniré mis pobres oraciones a las de los alumnos de esta casa en favor de tu padre; quiero también dirigir una palabra especial a Domingo Savio. Desde ahora hasta la fiesta de la Asunción de María a los Cielos, reza cada día tres padrenuestros, avemarías y glorias a Jesús Sacramentado en honor de Domingo Savio de quien él era muy devoto. Cuando vaya a Lanzo creo que le podré visitar. En cuanto al lugar donde hacer tus estudios, hay tiempo para pensarlo y deliberar. Tú solamente procura elegir el lugar que será para mayor gloria de Dios y bien de tu alma. Unicamente te diré que los grandes sacrificios de la juventud parecen punzantes espinas, pero éstas se cambiarán en perfumadas rosas en la eternidad. Espero que nos podremos ver pronto. Dios te bendiga a ti y tus trabajos. Ruega por mí que de corazón soy todo tuyo Turín, 18 de julio de 1866. Afectísimo en el Señor JUAN BOSCO, Pbro. (**Es8.373**))
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