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2.° A dónde debo enviar el dinero para el señor
Conde.
3.° Si el señor Conde tiene por casualidad
pagos a hacer en billetes, o bien, si como es
razonable, debo cambiar los billetes por
Napoleones, como yo los recibí.
Apenas reemprendan su curso normal los trenes,
iré a visitarle a Casale, o a Vignale, y entonces
tendré el gusto de ver a Cesarino, a quien llamé
Bimbo, al responder a su carta.
Señora Condesa, necesito la ayuda de sus
oraciones. Me encuentro con tantas cosas entre
manos, que no sé por dónde empezar, ni cómo
acabar. Pero, gracias a Dios, el estado moral de
la casa es bueno, aunque haya alguna espina,
naturalmente inseparable de las obras humanas.
Con el más sentido agradecimiento y todo mi
aprecio tengo el honor de poder profesarme
De V. S. Benemérita
Turín, 29 de junio de 1866
Su seguro servidor
JUAN BOSCO, Pbro.
((**It8.421**)) Don
Bosco hacía mención de alguna espina. Tal debía
haber sido la muerte de un alumno del Oratorio,
acaecida pocos días antes, y la gravísima
enfermedad de otro en Mirabello. Don Miguel Rúa
anotaba en el necrologio:
Muere Luis Borgna, natural de Casotto, a la
edad de doce años. Era un muchacho de buenas
prendas, del que se esperaban buenos resultados.
Aunque hacía poco tiempo que había entrado en la
casa, no obstante pertenecía ya a la compañía del
Santísimo Sacramento y estaba inscrito también en
el Clero, en el que sobresalía por su modesta
compostura durante las sagradas funciones.
Otro muchacho, que él mismo había acompañado
desde Florencia y presentado al Director del
colegio de Mirabello, se encontraba en precarias
condiciones de salud. Hacía dos meses que
arrastraba una tos pertinaz. Los superiores le
prodigaban toda suerte de cuidados, mas sin
provecho; se llamaba Ernesto Saccardi. Era de
Brozzi (Florencia), su acrisolada virtud hizo que
don Juan Bonetti escribiese su biografía. Los
compañeros le llamaban el Angel.
Sus enfermedades y su delicada salud, hacían
temer por su suerte. De acuerdo con el médico, don
Juan Bonetti decidió enviarlo a Turín, por dos
razones: para que cambiara de aires y para que
fuese visitado por los mejores médicos de la
ciudad. Comunicáronle la decisión a Saccardi y le
gustó. Deseaba con ilusión encontrarse cerca de
don Bosco, a quien quería mucho y consideraba como
padre de su alma. Había dicho varias veces que no
tenía miedo de morir, si en aquel momento pudiera
ser asistido por don Bosco.
Fue, pues, a Turín acompañado por un maestro
para atenderle
(**Es8.361**))
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